MONTAÑAS BLANCAS

 

Siempre oímos hablar de los proyectos a corto y largo plazo de las ampliaciones que quieren realizar los centros invernales, cual va a ser el remonte que suba a la cota más alta, la silla con mayor capacidad, la zona con mayor producción de nieve… un largo etcétera que hace que el que mejor oferta tenga aumente el volumen de visitantes.

Yo soy partidario de estas nuevas ampliaciones siempre y cuando respeten todos los cánones de medio ambiente que hoy por hoy son muy estrictos, cada vez más.

El peligro que comporta todo ello es que cuando el motor arranca no hay quien lo pare y muchas veces se tira a lo recto por tal de terminar.

Los efectos positivos de la “industria blanca” como motor de la economía de los valles de montaña es algo tangible pero tampoco podemos cerrar los ojos a una realidad de constante deterioro ambiental en el entorno de las estaciones de esquí.

Se han entubado y contaminado ríos desde su cabecera, dinamitado montañas y generado inmensos desmontes con la construcción de pistas, carreteras y aparcamientos provocando daños que suponen una pérdida de Patrimonio irreparable.

Sé que, en ocasiones, no se han cumplido los trámites legales preceptivos, impidiendo el control público de unas actuaciones que pueden llegar a hipotecar el desarrollo de la Red de Espacios Naturales protegidos en Aragón.

Es obligado reconocer la valiosa aportación de las estaciones de montaña al desarrollo turístico de algunos valles pirenaicos.

La creación de puestos de trabajo directos e indirectos, la mejora de las comunicaciones, así como la potenciación de los servicios y el turismo en general, han hecho que las estaciones puedan considerarse como verdaderos motores del desarrollo de estas zonas.

Ya no vale con deslizarse adaptándose a las pequeñas irregularidades de una suave y herbosa ladera nevada.

Ahora resulta que hay que adaptar la ladera a las exigencias del ingeniero que diseña las pistas para una mejor calidad y conservación de la nieve, obligando a que la inclinación de la pendiente sea matemáticamente constante.

Las máquinas mueven y roturan la tierra, igualando pendientes, como si el terreno de alta montaña fuese un campo que hubiese que labrar y preparar para el cultivo.

De esta forma, cuando caiga la nieve, la superficie quedará técnicamente perfecta.

Laderas profundamente transformadas, collados irreconocibles modificados para la instalación del final del telesilla…y estamos hablando de unos parajes de alta montaña, frágiles, de una belleza suprema.

El problema no radica en estos desmontes sino en la falta de cumplimiento de los proyectos, como las cosas no se hacen a tiempo todo termina de cualquier manera.

Los ecologistas dicen que no se cumplen los pactos adquiridos y que el diseño de una estación de montaña debería integrarse, en la medida de lo posible, en las exigencias de la naturaleza, el hombre está empeñado en adaptar la naturaleza a sus propias exigencias, despreciándola y maltratándola.

Indudablemente, es posible y deseable un mayor crecimiento, mejorando y optimizando las instalaciones existentes pero ampliar los dominios esquiables, invadiendo nuevos valles vírgenes y destruyendo parajes excepcionales, no parece ser el camino adecuado para muchos amantes de la naturaleza.

Es necesario estudiar exhaustivamente, y con todo detenimiento, la intervención del hombre en la naturaleza. La irreversibilidad de la afección, hace que la responsabilidad que se tiene entre las manos, sea extraordinariamente alta.

Pienso que los gobiernos deben intervenir para regular las actividades del mundo blanco y de aventura, salvaguardando siempre el interés general.

Jordi Casas
RADICAL SNOWBOARD

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