Es medianoche cuando suena el despertador. Con silencio nos ponemos los monos de esquí, el arnés. Tomamos un té caliente con algunas galletas y tomamos las mochilas que habíamos preparado. Dos crampones, un piolet, gafas, guantes calientes, un gorro, un plumón, un gore, una cantimplora, algunos geles y una cuerda de 20 metros serán nuestros compañeros para las próximas horas.
Hacemos un viaje en silencio hasta las Contamines. Ninguna nube en el cielo. A la 1 empezamos a correr dirección Tré la Tête, el Nico Mermoud y Anna Frost han venido a acompañarnos en estos primeros pasos, hasta que una hora mas tarde nos adentramos en el glaciar con los esquís.
Vamos subiendo por el largo glaciar de Tré la Tête disfrutando del magnífico espectáculo de las montañas blancas a nuestro alrededor iluminadas por el mar de estrellas que brilla sobre nuestra cabeza. Una estrella fugaz.
A las 4h30 llegamos a la cima de los Dôme de Miage, empieza a amanecer. Vemos que la cara norte está blanca. Parece más atractivo deslizar con los esquís flanqueando por la pared hasta Duri, que hacer la larga arista caminando.
Stephane empieza a bajar de la arista, la nieve parece buena. Baja con cuidado, clavando el piolet para asegurar cada paso. Diez metros más abajo se detiene:
-­‐ La nieve está un poco helada, pero creo que podremos pasar
Empiezo a bajar con el piolet, poco a poco. Llego al hielo y consigo frenarme con el piolet. Estamos sudando. Unos mil metros de hielo se pierden en la oscuridad bajo los nuestros pies. Dudamos, la travesía con esquís parece cada vez más difícil. Lo que parecía una dulce capa de nieve es, en realidad, una dura placa de hielo. Decidimos quitarnos los esquís y subir con los crampones y el piolet hasta la arista. ! hora de nervios y sudor para volver al mismo sitio!
Bajamos por la arista intentando recuperar el tiempo perdido, se deja bajar bien, con algunas remontadas de escalada y un pequeño rapel de 10 metros a donde tenemos que sacar la cuerda.
Llegamos finalmente al refugio de Duri, donde empezamos la parte más técnica de la travesía. La primera parte de la arista de Bionnassay es fácil, hasta que llegamos al espolón de roca. No hay ninguna traza. Hemos mirado a las reseñas que la vía sube por la cara norte. Vamos trepando por la roca siguiendo unas repisa que nos adentran en la cara norte, hacia un diedro cubierto de nieve. Unos 100m de estrecha goulotte de hielo nos conducen hacia la arista somital.
Llegamos a Bionnassay. Una imagen magnífica, viendo cómo el sol se levanta detrás del Mont Blanc. caminando sobre una afilada arista con el valle de Chamonix y Aosta en cada pie. Nos cuesta mucho abrir huella, la nieve acumulada de los últimos días
nos hunde cada paso hasta las rodillas ya media arista decidimos ponernos los esquís para bajar hasta el cuello de Bionnassay.
Durante la subida hacia el Dôme de Gouter empieza a soplar un viento fuerte de Italia, que hace que las elevadas temperaturas se olviden y el frío gane nuestros cuerpos. La altura se suma al cansancio de 8h de esfuerzo y la subida del arista desde Bosses hasta el Mont Blanc se hace eterna. Llegamos al Mont Blanc solos. El fuerte viento, con ráfagas de más de 100km / h hace que no haya demasiada gente en la parte alta. Un momento mágico, los dos solos en la cima de los Alpes. en el ecuador de nuestra aventura.
Sin detenernos más de unos instantes empezamos la bajada hacia el Mont Maudit, la nieve es dura pero se deja esquiar rápido. Pequeña remontada al Maudit y qué sorpresa al mirar la cara norte por donde debemos bajar. La pared es un muro azul. No hay trazas, una pequeña lengua de nieve nos permite bajar unos metros con la técnica de piolet-esquí hasta coger las cuerdas fijas que hay de verano y bajar hasta el Coll de Tacul buscando el camino entre los Séracs. La bajada del Tacul es fácil, la nieve ha cubierto la rimaya. En el Col de Midi nos damos cuenta del calor que hace. Seguimos deslizante a gran velocidad por la Vallée Blanche para no perder inercia mientras la nieve cada vez es más pesada y se hunde más bajo los esquís.
Vamos abriendo traza por la Mer de Glace y descender y saltando las grandes grietas hasta llegar a la Salle en Manger donde debemos sacarnos los esquís para cruzar la gran morrena de piedra. El calor se insoportable, tomamos agua del glaciar y comenzamos a subir por las escaleras hacia el refugio desde Couverecles. Stephane está muy cansado, ya llevamos más de 14h y casi 6000m de desnivel.
Me adelanto para ver las condiciones en las Courtes, el fuerte calor nos hace temer que haya grandes purgas. Al glaciar de Couvercles me encuentro con el Vivian y el Bastien que bajan del Col des Droites, no han podido llegar, como temíamos, el calor de esta hora ha hecho bajar grandes aludes y la nieve está muy inestable. Volvemos al refugio juntos donde nos espera el Stephane.
No lo dudamos un momento. No podemos continuar, tenemos que jugar seguridad. Nos quedaremos a esperar el rehielo en el refugio y continuaremos mañana.
Pasamos la tarde recordando las intensas vivencias del largo mañana, discutiendo con la pantalla o guías y alpinistas anécdotas en estas montañas y proyectos nuevos a hacer, hasta que el sol se apagando y cogemos el sueño.
17 de junio 2012
Son las 5 de la mañana cuando nos ponemos de nuevo en marcha. Stephane se ha recuperado perfectamente y avanzamos a gran velocidad por el glaciar y subiendo hacia el Col des Droites donde avanzamos las cordadas que han salido a la una de la madrugada. Llegamos al cuello y miramos el último obstáculo de la travesía, el Aguille de Argentiere está justo delante nuestro. Empezamos a abrir huella por la arista desde Courtes, con algunos tramos helados que podemos pasar bien con el piolet.
La NNE des Courtes se presenta fantástica, con nieve durante todo el largo. Stephane baja delante, como siempre, hace un primer giro para mirar la estabilidad de la nieve y después se lanza haciendo grandes giros por esta impresionante pendiente de 50 o! Llegamos al pie de la canal con una sonrisa enorme, nunca se había esquiado esta bajada con unas condiciones tan buenas. La rimaya es otra historia. Una pared de unos 4 metros y una ancho grieta abajo nos corta el paso.
-­‐ Ostras, nos hará falta un gran salto – dice el Stephane, mientras yo pienso en donde podré anclar la cuerda para bajar.
No hay tiempo para pensarlo. A mi lado siento que el Stephane se tira diciendo: – Habrá coger carrerilla para saltar!
Salta con facilidad y consigue estabilizar para frenar una decena de metros más abajo.
-­‐ Venga! Coge impulso y salta! – Estoy acojonado!
Respiro profundamente y salto, veo como la grieta desfila bajo mis esquís. Toco la nieve e intento controlar. La nieve profunda me lanza hacia adelante y empiezo a rodar abajo. Me freno a los pies del Stephane. Nos reímos.
Empezamos la subida al corredor en Y del Aguille de Argentiere a gran velocidad, la nieve es dura y deja subir rápido con los bastones y ayudándose del piolet de vez en cuando. Ante nosotros vemos el Sebastien Montazer y el Bastien Fleury y les vamos recortando metros.
Al llegar a la salida del Couloir nos encontramos todos 4. Las caras son de felicidad. Comemos algo, nos contamos todas las vivencias y anécdotas de las últimas horas, y nuevos proyectos. Disfrutamos de estar allí, de que sólo nos queda disfrutar de una larga bajada. Los pájaros planean aprovechando el fuerte viento a nuestro alrededor. Les damos de comer. Es felicidad pura.
Empezamos a caminar de nuevo entre los 2 cumbres del Aguille de Argentière. Yo voy por el interior, en la cara Oeste. Stephane me sigue por el exterior, a 2’5 metros del límite de la cornisa. Seb y el Bastien que siguen la traza del Stephane, se detienen un momento, me doy la vuelta para ver que hacen y me doy cuenta que detrás suyo hay una cornisa enorme, levanto el palo para enseñárselo a Stéphane.
Un instante, es lo que separa la felicidad del dolor. Todo se decide en milímetros, en décimas de segundo. La cornisa donde está la Stephane se rompe llevándose se lo con una gran cantidad de nieve. Una placa de unos 3m de ancho y 6 de largo.
Se apaga todo. Corremos, miremos donde ha caído, decidimos llamar al PGHM (Socorro). Bastien baja hacia Argentière para avisar, nosotros buscamos cobertura y conseguimos llamar. Esperamos el helicóptero. Los segundos se convierten en horas, el tiempo parece detenido.
El helicóptero se lleva el Stephane, que no ha sobrevivido a una caída de más de 600m en la cara este de Argentière.
Stephane murió como vivió. Con felicidad, con silencio, sin gritar, sin hacer ruido; pero en lo más alto, con la elegancia y la humildad que caracterizó su vida. Cayó dulcemente como cae un árbol.
Ahora son días difíciles, días donde buscamos los porqués, los «y si …» días donde los amigos y familia nos debemos apoyar. Su vacío no lo podremos reemplazar y siempre estará allí. La imagen nunca desaparecerá, pero lo que nos llenó, todos los momentos vividos, todas las cosas que aprendimos de él, en la montaña y fuera, tampoco desaparecerán nunca, siempre estará presente en las cumbres que coronamos a partir de ahora .
Con el Stephane teníamos muchos proyectos, como ídolo primero, mentor después y amigo finalmente, habíamos hablado muchas veces de las montañas que queríamos escalar, los sueños que queríamos intentar. Lo seguiremos haciendo por ti Steph.
Hemos elegido una forma de vida, un medio, la montaña; en la que somos conscientes de sus riesgos, en la que sabemos que a pesar de querer controlar todos los incontrolables, hay riesgos que no podemos ver, que no dependen de nosotros. La vida, es vivir sus pasiones. La muerte es el punto que asimila todos los hombres, es una seguridad. La montaña nos quita muchas cosas, pero también nos lo puede dar todo si la necesitamos para respirar.

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