Xavi Narro, el Rodamón, nació en Barcelona el año 1982 y antes de convertirse en un rodamón era guionista de televisión. Ha trabajado en Mediapro, en Barcelona TV y hasta ahora mismo en el programa Alguna pregunta més? (APM?) de TV3. Aquí tenemos su relato sobre: Rodamón, La vuelta al mundo en bicicleta.
Supongo que es normal que la gente se pregunte por qué decidí dar la vuelta al mundo en bici. Suele ser la primera pregunta y una de las que más me cuesta responder. Siempre me ha gustado hacer deporte y viajar. Pero cuando aún era adolescente me leí algunos libros que me inflaron la cabeza, a destacar el célebre On the Road de Kerouack, y así empezó lo que podríamos llamar “mi vida en la carretera”.
Desde entonces, he llevado a cabo un gran número de viajes que tienen en común dos factores: han sido totalmente diseñados por mí e implicaban tener que espabilarme por mis propios (y pocos) medios. Tras varias rutas a pie, en el 2006 me decidí a probar la bicicleta para pedalear desde mi casa hasta China. Fueron tres meses de aventuras que plantaron la semilla de mi proyecto definitivo.
Así pues, a punto de cumplir 30 años, sentí que había llegado el momento de montarme en la bici otra vez y ponerme a pedalear hasta volver a Barcelona por el otro lado. La decisión ya estaba tomada, pero igualmente me costó cortar con todas las raíces que me anclaban fuertemente a mi vida cuotidiana: mi novia, mi familia, mis amigos y el trabajo de mis sueños como guionista en un popular programa de TV3.
Tengo la convicción de que las decisiones arriesgadas hay que tomarlas en momentos difíciles. En plena atmósfera de crisis profunda y global, cuando los jóvenes sin trabajo se desesperan por encontrar uno y los que trabajan rechazan toda oportunidad de progresar en su carrera o defender sus derechos por miedo a perder su plaza, me di cuenta de que no existía una mejor ocasión para ser valiente y dotar a mi existencia de un mínimo sentido.
El 29 de julio del 2012 me despedí de mis seres queridos reunidos en la plaza de Catalunya de Barcelona y me puse en marcha. Las dos primeras semanas, cuando más podía haberme afectado la melancolía, tuve la suerte de contar con la compañía de Xavi Normal y Scott Hayashida, dos buenos amigos que me acompañaron hasta Eslovenia. Un par de meses más tarde, en plena estepa de Kazajistán, coincidí con Chris y Stu Marshall, unos hermanos ingleses que pedalearon conmigo hasta Vietnam. Y en el sureste asiático fue el turno de Joan Capdevila, mi cuñado, que me acompañó hasta Singapur. Meses más tarde, en México, también formé pelotón con otros dos amigos, Abraham y Diego.
Además, he tenido la suerte de poder encontrarme con Cris, mi novia, en varios puntos del globo. Hemos pasado juntos unos días en Ljubljana, en Almaty (Kazajistán), las vacaciones de Navidad en Vietnam, el principio del verano en Panamá y el final en Nueva Orleans y Nueva York.
A lo largo de estos 14 meses he pedaleado por todo tipo de paisajes: la ingente estepa de Asia Central, los pedregales helados del Gobi, la selva húmeda de Malasia, la costa este de Australia, el desierto de Atacama (el más árido del mundo) y puertos de montaña vertiginosos en los Andes de Ecuador y Colombia. Por suerte, en todo este tiempo no he tenido ningún problema grave.
He visto mil maravillas, es cierto: la Gran Muralla de China, el Gran Palacio de Bangkok, canguros salvajes en Queensland, el cráter humeante del volcán Bromo en Indonesia, tacos de mil sabores en México, el río Mississippi… Pero para mí, nada supera el mayor tesoro de viajar, que es establecer vínculos con la gente que conoces. Para ello, la bicicleta ha demostrado ser una excelente herramienta, ya que permite que los lugareños no te vean como un guiri más sino que también sienten interés por tu procedencia, tu ruta, tu destino. Cuando los locales me piden que me haga fotos con ellos, sé que estoy viajando de verdad.
Lo cierto es que no todo ha sido viento a favor. De hecho, precisamente el viento en contra es el principal enemigo del cicloturista. Al llevar tanto equipaje en la bici, cualquier brisa te deja clavado en el asfalto. Ya no hace falta explicar lo que te hace un viento de cara de 50 km/h o más, la jornada se acaba convirtiendo en una auténtica tortura, y lo que es peor, voluntaria. Otras dificultades que me han hecho sufrir han sido las temperaturas gélidas del Xingjiang, en el noroeste de China (algunas noches a -15ºC casi no pude dormir de tanto temblar); el trecho de 400 km sin encontrar avituallamiento en Chile; o el sol despiadado de Texas. Evidentemente, es muy importante estudiar bien el mapa, escoger el camino con cuidado e ir bien equipado.
Sin embargo, el peligro más destacado ha sido el tráfico. Cada día tengo que ver cómo la muerte pasa a escasos centímetros de mi bicicleta a más de 100 km/h. En muchos países, el ciclista se percibe todavía como un okupa de la carretera, y algunos conductores parecen querer marcar su territorio rozándome las alforjas a modo de aviso. También me he encontrado con actos deliberados de auténtica maldad o estupidez para los cuales aún no tengo explicación: varios pasajeros, y esto ha ocurrido en todos los rincones del mundo, creen que es buena idea lanzarme objetos (frutas, latas, botellas) para ver si me aciertan. Por suerte, la falta de sentido común parece ser directamente proporcional a la falta de puntería.
Afortunadamente, estos casos son muy esporádicos y la mayor parte de la gente ha sido muy amable y hospitalaria conmigo. Como decía, he conocido a muchas personas que me han invitado a sus casas, me han alimentado, me han ayudado como han podido. Pero, más importante, me han dado nuevas amistades.
Así que si os apetece pedalear conmigo un rato, podéis encontrarme aquí: www.rodamon.tv
Xavi Narro