Después de un año durísimo a nivel personal, familiar y profesional, el pasado 17 de noviembre viajaba con destino a Kona, meca del triatlón, para enfrentarme a mi segundo Ultraman: Ultraman World Championship Hawaii.
Un Ultraman es una carrera de tres días: el primero se nadan 10km y se hacen 145 km de bici; el segundo, 275km de bici; y el tercero se corre una doble maratón, 84,5km.
Viajaba acompañado de mi pareja María y mi hermano Miquel, con las maletas llenas de ilusión y la moral muy alta, después de cumplir con todos los entrenos programados por Carles Tur. Este año hemos incorporado entrenos nuevos y hemos apretado en los puntos más débiles.
Después de un viaje de 24 horas, llegamos a Kona. Los primeros 4 días decidimos no quedarnos en la Gran Isla y cogimos un pequeño avión a Maui. Aún quedaban 11días antes de la carrera; eran días para hacer un buen tapering y aclimatarse al calor. Los días en Maui sirvieron para desconectar del trabajo, hacer un poco de turismo y, sobretodo, empezar a mentalizarse de la que se nos avecinaba. Los nervios empezaban a aparecer.
A siete días de la carrera, nos instalamos en Kona. Era momento de descansar y hacer reconocimiento de los circuitos. Con la excusa,visitamos esta isla tan mágica. A priori los circuitos no se veían muy duros desde el coche, pero a la que hacía tramos en bici, el tema se complicaba. Eso sí, unas vistas y unas carreteras espectaculares.
El día antes de carrera la organización hizo un desayuno para presentar a todos los atletas, a la vez que la recogida de dorsales. Tras un discurso de bienvenida de la organización, nos presentaron uno a uno. En ese momento es cuando me asusté un poco.Aparte de ser el más joven de la carrera, la media de Ironmans por atleta asustaba y la de Ultramanes corridos aún más. Un ejemplo:el de Gary Wang, con 13 Ultramanes en las piernas. La tarde era momento para tirarse en el sofá y relajarse, intentar visualizar bien los circuitos del día siguiente y preparar la cabeza para la gran batalla.
4:00 de la mañana y suena el despertados. Es en ese momento cuando sabes que empieza todo.Me preparo el desayuno, lo que más me gusta: tostadas con Nutella y plátano. El inicio de la natación era a las 6:30, así que a las 5:30 ya estaba en el muelle de Kailua.Es la misma playa donde se celebra la final del Ironman, un lugar con un encanto especial ya que los mejor atletas del triatlón han nadado en esas aguas. A falta de veinte minutos de la salida, me puse el neopreno. Esta vez opté por nadar con neopreno sin mangas y la verdad es que me he llevado una muy grata sorpresa ya que la comodidad de no llevar nada en los brazos se agradece para tanto rato. A falta de 5 minutos me dirigíal agua. Es en ese momento cuando la adrenalina se dispara y el corazón va a mil. Me acerco a la linea de salida, últimos abrazos entre los participantes y suena la bocina, salida muy rápida.Pienso enseguida que esto es muy largo, que son 10km, y me pongo a mi ritmo cómodo.Mi kayak me va avisando cada 30 minutospara poder beber un poco de agua. No le preguntéen ningún momento como íbamos, pero al cabo de 1h30 no me pude aguantar.Me dijo que íbamos por el km 5,5. Eso me animó, a la vez que me distrajo; estábamos en los tiempos previstos. Es en el km 7 cuando las cosas se empiezan a complicar. Unas corrientes fuertes hacen que tenga que tirar más fuerte. Ya me lo habían avisado, pero siempre esperas que no pase. Llego a la última bolla, giro final en KeauhouBay, después de una última hora muy dura por las corrientes.
Salgo del agua y veo 3h18. Me dicen que voy en la posición 11.No está nada mal. Voy corriendo a mi box, me tiro al suelo y María me ayuda a quitarme el neopreno. Aprovecho para comer un poco y beber algo de Coca-Cola mientras me visto. Me dirijo a la línea de salida de bike; ya solo quedan 145km por delante.
Me tomo los primeros kilómetros con mucha calma y me hidrato bien.Empieza a hacer mucho calor y los primeros 60 km son con constante tendencia a subir. Van pasando los kilómetros y las sensaciones, a pesar de no ser muy buenas, voy muy motivado ya que he pasado a tres y me pongo en octava posición. A partir del km 70 empieza a llover y a soplar viento de cara. El horizonte se pone cada vez más negro, cada vez llueve más y el viento sopla con más intensidad. Me cuesta mucho mantener el ritmo y decido bajarlo un poco. El día está feo para todos. Los últimos 25 km son la subida al volcán y se pasa de rodar a casi nivel del mar a 1.300 m de altitud. La subida no es muy dura pero constante. Tras 8 horas, las piernas empiezan a picar y la lluvia y el viento no ayudan. Un último esfuerzo y veo la línea de meta: 9h32 y novena posición final. La climatología provocó un excesivo castigo a las piernas y dejó a 5 de los 38 participantes sin pasar el corte de las 12h. Era momento de descansar, cenar pronto y a la cama para poder dormir el máximo de horas posible.
El segundo día se levanta con mucha niebla en Volcania. Me visto con ropa de bici de invierno, hace frío y nos dicen que tenemos previsión de lluvia las primeras horas. A las 6:30, como un reloj, nos dan la salida. La bajada del volcán es rapidísima, con tramos a 75-80 km/h pero con una carretera peligrosísima por la lluvia que hace pensárselo dos veces al coger las curvas. Varias fueron las caídas en el tramo final del volcán. En Keaau parada rapidísima para quitarme la chaqueta ya que las temperaturas hacen saltos increíbles en muy poco tiempo. Los siguientes 100km fueron muy rodadores, por carreteras preciosas rodando a pocos metros del mar. Se podía disfrutar de la bici y del espectacular romper de las olas en forma de tubo. Me estaba encontrando muy cómodo y fresco. Llegábamos a Hilo, único punto conflictivo por los semáforos.
El primer objetivo que me había puesto era el km 180, que lo pasé en 5h10. Era momento para plantearse hacer una paradita y comer algo. La decidí hacer en el km 200 al llegar a Honokaa. Me tomé, cómo no, un bocadillo de Nutella y una Coca-Cola fresquita. Eran las 12 del mediodía y hacía un calor insoportable. Me vuelvo a subir a la bici y enseguida me empiezo a encontrar mal, me duele la barriga. Me quedaban unos 20km hasta Waimea, que era el km 220. De constante subida, a 10 km de Waimea tuve que volver a parar y vomité. La sensación de alivio fue grande; tenía que seguir firme si quería bajar de las 9h.
Con más pena que gloria, paso por Waimea. Ya solo quedaba un último puerto de unos 15 km y la bajada final. Las ganas de acabar ayudaban a seguir, pero el puerto se me atragantó un poquito. Las piernas ya empezaban a doler y la cabeza empezaba a flaquear. Los gritos de ánimos de María, mi hermano y mi madre (que se había incorporado a esta aventura unos días antes) hacían que siguiera firme. Una vez coronado el puerto, quedaban 20 km muy rápidos, combinando llanos y rápidas bajadas para acabar entrando en 9h16. No conseguimos bajar de las 9h por poco, pero me sentía muy satisfecho, y ahora quedaba lo que mas me gusta, la doble maratón.Al igual que el día anterior, tocaba reponerse y descansar.
A las 4:00 suena el despertador. Me levanto con muy buenas sensaciones, las piernas muy frescas y, lo más importante, muchas ganas de correr. Como en todas las ediciones, a las 5:45 nos reunimos los 32 atletas que seguíamos en carrera, todos cogidos de las manos en forma de círculo para desearnos suerte.
La idea inicial era intentar mantener un ritmo constante de 5 km/min. A las 6:00 dan la salida. Desde un inicio, yo a lo mío, a mi ritmo, sin sufrir demasiado.Los kilómetros iban pasando. Espectacular ver la salida del sol, unos colores impresionantes. Sin casi darnos cuenta, pasábamos la primera media en 1h45. Íbamos perfectos de ritmo. Impresionante el ambiente que se respiraba entre las asistencias de los corredores, todos animando sin parar.
Le pedí a mi equipo que parara cada medio kilómetro para que pudiera beber agua todo el rato e intentar no deshidratarme. Seguía confiado y corriendo muy constante y pasé la primera maratón en 3h29, clavando los ritmos. Me dicen que paso séptimo y tengo a cinco corredores dispersados a 10 minutos. Eso me anima a seguir constante.
Del km 42 al 60 conseguí mantenerme entre los 5’10” y los 5’30” pero el calor era infernal. Entre el asfalto y las lenguas de lava, eso parecía una olla. Lo único que podía hacer era correr con una toalla empapada en hielo en la espalda para intentar bajarme la temperatura.
Fue a partir del km 60 cuando empecé a notar los primeros síntomas de insolación. Le pedí a mi equipo que se turnara para correr a mi lado y así intentar distraerme. El cansancio cada vez era mayor y los kilómetros se hacían más largos. Gracias a ellos conseguí superar un primer gran bache.
A 20 km del final, Antonio Nascimiento, uno de los atletas que no consiguió llegar al corte el primer día por 5 minutos y con el que tuve la suerte de compartir el Ultraman de UK el año pasado, pasó por mi lado en coche y, al ver que mi estado no era el mejor, no lo dudó ni un minuto. Paró el coche, se puso las bambas y se puso a correr a mi lado (cosa que María, mi hermano y mi madre agradecieron, porque si tienen que correr los últimos 20 km conmigo, les da algo). Su ayuda, junto a los gritos de ánimo constantes de los míos y de la asistencia de Antonio, fueron claves para poder seguir. Creo que nunca he sufrido tanto como los últimos 15 km. Fueron momentos de mucho sufrimiento muscular y mental, ya que en algún momento, llegué a pensar que me desmallaba. Ni los geles ni las toallas frías conseguían recuperarme. Cada zancada era un calvario, pero intentaba pensar en positivo y solo me iba repitiendo “un paso más es un paso menos”.
Tras una agonía de más de 2h para hacer 16 km, llegamos a la línea de meta. No quería entrar yo solo, me apetecía entrar con los míos, todos juntos. Al final es una carrera en la que sufrimos todos y el premio final es de todos.
Cruzar la meta fue increíble, una mezcla de sentimientos muy difícil de explicar, pero una cosa tenía clara: quería estirarme de una vez en el suelo y descansar, me dolía todo. Lo único que estaba intacto era el orgullo.
Al final crucé la meta en 8h32, lejos del sub-8 que me había marcado como objetivo pero décimo puesto en la general, lo cual es un éxito personal.
Me gustaría dar la gracias en primer lugar a María, Miquel y Kukka, que estuvieron animándome y cuidándome en todo momento a lo largo de los tres días. Sin ellos esto no sería posible. Dar las gracias a todos los que estuvieron mandándome mensajes de ánimo y a todos los compañeros del club WHERE IS THE LIMIT, que me mandaban fuerzas para seguir. Agradecerle a mi entrenador, Carles Tur, toda su dedicación a lo largo de este año tan duro.
Sin duda, Hawaii, esta isla tan mítica y mágica, me ha atrapado y estoy seguro que no tardaré en volver para poder hacer un mejor papel.
¡ALOHA!
Toni Marsal
Ultraman World Championship Hawaii: http://ultramanlive.com/