Iolanda López autora del libro “Femenino sin límites” participó recientemente en la Maratón de San Francisco, aquí nos deja su crónica de su 5ª maratón.
26 de Julio, día previo a la maratón. Día duro por los nervios, la incertidumbre de cómo irá todo, y más si estás tan lejos de casa. Dolores, molestias, ¿habré entrenado lo suficiente? Conozco a Ronnie, un indigente que vive en la calle y que se transforma en runner para correr cada día un rato. Recoge dinero para la gente de SF que vive en la calle como él, me uno a su historia. ¿Cuántas fabulosas e increíbles historias esconde una maratón?
La Maratón de San Francisco es una maratón dura por su perfil irregular y por su clima, normalmente se corre con frío y niebla. Es una de las maratones más populares y famosas del mundo.
27 de Julio. Suena el despertador a las 2.30h. Desayuno, concienciación y mucha emoción. Si alguien me hubiese dicho hace diez años cuando visité esta ciudad por primera vez que correría esta exigente maratón me hubiese reído. Si todo va bien será mi 5ª maratón. 5.52 salida de la cuarta wave, la nuestra. Casi 85 mil corredores inscritos en diferentes distancias (ultramaratón, maratón, media y 5k) llenarán las calles. Nos deseamos suerte, nos abrazamos, respiro hondo y me prometo disfrutar de cada milla. Lloro de emoción y no me escondo. Miro las caras emocionadas de las personas que me rodean. Los primeros 10km son emotivos por su paso por el puerto y por correr sobre el majestuoso Golden Gate Bridge.
Corro observando cómo se levanta el día, en el km 5 aparece Alcatraz a lo lejos, escondida tras las nubes, una imagen maravillosa. El miedo y los nervios desaparecen porque mantengo el foco de atención en el presente, en cada zancada para no perderme nada… hasta me permito hacer alguna foto, impensable en otras maratones.
Observo que aquí la gente se toma la maratón con otra filosofía, más como una fiesta y no tanto como obsesión de cuánto tiempo haces… ¡me gusta! Marco un ritmo constante como lo hecho en los entrenos.
Primeras subidas duras pero ahora no importan. Me fijo en la multitud, la gente sonríe, se anima. Sigo corriendo. Me acerco a la media maratón y veo como mucha gente empieza a caminar. Toca seguir, empiezo a sentir las piernas cargadas pero ya estoy en el 31. Los largos entrenos realizados a horas intempestivas en Barcelona están dando sus frutos. Durante mucho rato corremos por el Golden Gate Park, aquí acaba la media maratón y empieza la segunda (la organización da la opción de correr una o otra). Salimos del parque y cogemos la larga Haight Street, famosa en su cruce con Ashbury, distrito famoso por ser el más alternativo y por su tendencia hippie. Mucha gente en la calle animando: You are a hero! Gritan. Agradezco cada uno de los gritos, echo de menos no ver a los míos apoyándome en algún kilómetro.
Vuelven las continuas subidas y bajadas, en el km 37 empiezo a sufrir, ¡ya queda poco! Ahora es mi cabeza quien tira de mí. Me digo… Pasamos cerca del estadio de beisbol de los Giants. Me siento muy cansada pero en dos millas volveré a ser maratoniana. A lo lejos veo la meta, me vuelvo a emocionar. En tan sólo unos segundos pasan por mi mente cientos de imágenes que resumen tantas horas de entrenamiento. Pienso en la gente que me anima desde España, focalizo mi pensamiento en los peques enfermos de cáncer y sus familiares, por los que corro desde el año 2011… les dedico el último km, el más duro. Cruzar la meta es un momento indescriptible. Irradio felicidad. Me siento muy orgullosa, sin duda el límite me lo marco yo y no lo pienso encontrar.
Con la medalla en el cuello me siento muy afortunada por poder ponerme estos retos, por la superación personal que me suponen.
Al parar el crono mi Garmin marca 43km… me da igual, ¡maratón disfrutada y conseguida! Otra pequeña gran victoria en mi camino.
Me siento feliz, cargada de energía, vendería mi alma por sentirme así siempre. En mi cabeza una frase recibida de un amigo: ¡es más importante ser starter que finisher! ¡Cúanta razón tiene! Ahora ya pensando en el próximo reto.
Iolanda López