Iker y Eneko Pou, acompañados por Hansjörg Auer, Jacopo Larcher y Sieve Vanhee como escaladores, y por los cámaras Jordi Canyigueral y Elias Hozlknecht, abrieron ocho nuevas vías de unos 500 metros en Bilibino, Siberia, después de un mes de expedición en el Ártico ruso.
Mientras escribo estas líneas metido dentro de la tienda Mountain 25 de The North Face, en compañía de mi hermano que está al lado tumbado, huyendo de la enésima chaparrada de agua que nos está deparando estos últimos diez días de expedición en Siberia (casi la mitad de nuestra estancia en el Campo Base), me doy cuenta, o por lo menos soy consciente, de que salir de expedición no es fácil y eso que esta está siendo muy buena con seis vías abiertas por todo el equipo para estas alturas.
Y no es que sea difícil por la actividad, que muchas veces resulta realmente dura, sino por los días como el de hoy, que pasan lentamente, minuto a minuto, hora a hora, hasta llegar a las 24 horas, y con el cambio de fecha en el reloj, estar preparado para una jornada más en la tienda, o dos, o tres, o como en la isla de Baffin en el 2012, hasta veintitrés días seguidos…
Y si no es fácil para nosotros que llevamos haciendo expediciones desde 1999, imaginaros para nuestros compañeros más jóvenes, Sieve Vanhee (23) y Jacopo Larcher (25), que son de una época en la que además de extrañar las cervezas en el bar con los amigos, la comida de tu madre, a tu novia e innumerables entretenimientos que hacen que la vida transcurra más rápida, ellos, además, están acostumbrados a llevar entrenamientos planificados y son vegetarianos.
Tu primera expedición sirve para esto, para interiorizar lo que es una expedición. Los ratos muertos, la pérdida progresiva de forma por la falta de actividad, el comer mal y de una manera desordenada… Estas pequeñas grandes cosas que hacen que no todo el mundo esté dispuesto a estar ahora metido dentro de esta tienda.
Y ha sido hace apenas un rato cuando hemos visto y oído a Hansjorg Auer pegar cabezazos con el casco contra la pared a la vez que gritaba:
- ¡Fuck, fuck, fucking rain in Siberia! —mientras, desesperado y al borde de un patinazo, intentaba terminar de abrir su tercer largo de una nueva vía al General.
Un poco más abajo, vemos a Jaco y a Siba metidos debajo de su chaqueta impermeable aguantando el tipo.
Pero nosotros no nos habíamos dado cuenta:
- Iker, ¿qué ha pasado? ¿Hans se ha dejado el último seguro demasiado lejos y no puede ir ni para arriba ni para abajo? —le pregunto a mi hermano preocupado mientras sigo asegurándole parapetado debajo de un pequeño desplome en la primera reunión de nuestro intento de apertura en la pared del Comandante.
- Podría ser, ya sabes que huevos le sobran, pero creo que no es eso, sencillamente es que se ha vuelto a poner a llover —me contesta mi hermano resignado, mientras yo saco la cabeza del desplome y me percato de que desgraciadamente es verdad.
- Mierda, mierda, mierda —le contesto mientras voy aceptando que por culpa del tiempo se nos va a escapar otra buena apertura.
Pero mientras rapelamos abandonando dos empotradores triangulados por segunda vez en esta expedición, me digo para mí mismo que no hay que quejarse de nada, solo los Pou hemos abierto tres vías cojonudas: “Aupa” 6c/300 m en la pared de El General, “Mosquito Rock Tour” 7a+/450 m también en El General y “Into the Wild” 7a/425 m en El Comandante. Que ahora mismo recuerde seguro que una de las mejores expediciones de nuestra carrera. Y con lo que más contentos estamos es con el estilo: todo en libre y en un solo intento de un máximo de 11h20’ de escalada ininterrumpidas, lo que los americanos llaman Alpine Style, one push y non-stop, o lo que es lo mismo, un estilo perfecto que conlleva la no utilización de cuerdas fijas y escalada artificial. Un estilo que utilizamos la primera vez con gran éxito en la apertura de una pared difícil en el Zerua Peak de la Antártida durante la finalización del proyecto 7 Paredes 7 Continentes, pero que pocas veces más hemos conseguido llevar a cabo salvo en esta expedición.
Como muchos sabréis, este tipo de escalada rápida y limpia se lleva a cabo sobre todo en roca granítica y al no tener mucha de esta por casa, los Pou somos más hábiles en roca caliza.
Pero dejemos atrás el apartado técnico y centrémonos en el lado humano, que al final siempre es el que marca la diferencia. Esta expedición que fue una propuesta de los hermanos Pou a The North Face, que fue el que acabó materializando nuestros sueños, la componían, además de nosotros dos, el austríaco Hansjörg Auer —con el que ya compartimos una pedazo de expedición en Baffin—, el sur-tirolés Jacopo Larcher, el belga Sieve Vanhee y, detrás de las cámaras, y no menos importantes, el catalán Jordi Canyigueral y el austríaco Elias Holzknecht.
Una aventura divertida y variada por tanto, sobre todo acostumbrados como hemos estado los Pou a expediciones en las que acabábamos aburridos de vernos la cara.
Nos lo montamos para llevarnos bien, comprendernos y apoyarnos, porque a nivel personal cada uno es un mundo y no queremos que esto acabe como el “Gran Hermano” en el que se convirtió nuestra expedición a Baffin. ¡Y más teniendo en cuenta que la mitad de la expedición está con mal de amores!
Pero es inevitable que la conversación principal, además de la predicción meteorológica y la escalada, sean las chicas, siempre las chicas. Como una vez mi hermano llamó a una vía que acababa de abrir: “Ni con ellas ni sin ellas”.
A medida que la expedición va adelante, cada vez se habla más de ellas, se ven las fotos del móvil y aparecen cada vez más vídeos de chicas “con poca ropa”… Pero por lo menos apenas se habla de fútbol: en Bélgica les da igual, en Austria más de lo mismo y, aunque en Italia y España es el deporte rey, a los que estamos en esta expedición siempre nos ha parecido que es un show demasiado valorado, aún más teniendo en cuenta que ambos países pasan por un momento lo suficientemente difícil como para perder el tiempo hablando de fútbol.
Por lo demás, aunque nuestro contacto en Bilibino (la frontera de la civilización por estos lares), el ingeniero nuclear Evgeny y sus compañeros, son muy buena gente y se han portado muy bien con nosotros, los rusos nos han parecido hasta la fecha gente muy difícil y el dicho de que “son fríos” se queda muy corto. No hay que generalizar pero nos han estafado en los excesos de equipaje lo que les ha dado la gana, nos han gritado de malos modos por no hablar ruso… En fin, que aunque hemos encontrado gente amable, no es un lugar al que volvería de vacaciones.
https://youtu.be/0WxKUhGVhsY
Si con todos estos problemas no resultó fácil llegar a Bilibino, aún más complicada resultó la salida de allí hacia nuestras paredes. En esta pequeña ciudad, triste, lúgubre y con edificios de la época soviética, donde la vida tiene que ser muy dura porque en los inviernos los termómetros pueden bajar a -50 grados centígrados y durante el verano te comen los mosquitos, nos retuvieron tres días porque no sabían qué hacer con nosotros.
- ¿Qué hacéis siete extranjeros de diferentes nacionalidades en este lugar perdido de Siberia? —nos preguntaba el funcionario de inmigración mientras, con una mirada de sabueso bien entrenado, no se acababa de creer nuestras explicaciones.
- Vamos a escalar —respondíamos nosotros con la seguridad de no estar mintiendo.
- ¿A escalar? —preguntaba el funcionario frunciendo el ceño tras escuchar la traducción de la profesora de inglés del pueblo, que hacía las veces de traductora en un lugar en el que prácticamente nadie habla inglés—. Aquí nunca nadie antes ha venido a escalar —argumentaba decidido.
- Sí, eso es cierto, a excepción de dos australianos que estuvieron el año pasado, nosotros somos los primeros —respondíamos uno tras otro en un interrogatorio, uno por uno, en las que todas las respuestas cuadraban y no había contradicciones aparentes.
A pesar de todo, de inmigración nos llevaron directamente a los calabozos en un furgón de la policía, donde al no saber qué hacer con nosotros, a punto estuvieron de meternos para adentro.
Pero al fin, después de tres días de tiras y aflojas, conseguimos salir de allí, llegar hasta nuestro campo base y hasta abrir seis rutas entre todos.
En estos primeros quince días se han ido alternando los días de buen tiempo con la lluvia, los días de comer pasta con alubias, con los de comer arroz con alubias, los días de mosquitos con los días de muchos mosquitos, casi hasta el punto de rozar la locura. Hasta ha habido baños en el lago y eso que cuando llegamos aquí todavía estaba parcialmente helado.
Pero aún queremos hacer una vía más, con una más nos retiramos de esta expedición muy satisfechos.
- Eneko, una más, una ultima vía y nos marchamos con todos los deberes cumplidos —me dice Iker queriendo convencerme de algo que yo ya estoy convencido—. ¡Hay que escalar las “Two Parrots” antes de marcharnos! —dice convencido.
- No me tienes que convencer. Estoy cansado pero a mí también me apetece intentar esta ruta. Posiblemente es la más estética de todas, pero para eso tendrá que dejar de llover y lo está haciendo casi sin parar durante los últimos diez días —respondo yo intentando ponerle un poco de cabeza a tanta pasión.
Por fin dejó de llover y con el buen tiempo llegaron las dos últimas aperturas de esta expedición y además probablemente las mejores: para los chicos “From Hero to Zero” 7a/490 m y para nosotros la tan ansiada “The Two Parrots” 7a/320 m.
Eneko Pou
Fotografías de J. Canyi-Filmut.com, E. Hozlknecht-TNF y Hermanos Pou