Petite Trotte à Léon (PTL) Sportvicious 2018

Miquel Pera, Mario Ramos y Filippo Garin formaron equipo para participar en la Petite Trotte à Léon (PTL), una aventura de trail de unos 300 km y 26.500 metros de desnivel positivo que se celebra cada mes de agosto en Chamonix (Francia). Es una de las cinco pruebas propuestas en el marco del UTMB.

Después de todos los preparativos pertinentes, Mario y yo estábamos listos para partir hacia Chamonix y reunirnos con Filippo. Llegamos el sábado 26 de agosto por la tarde con el propósito de descansar. Al día siguiente recogíamos los dorsales, fuimos al briefing de la carrera y preparamos la bolsa de vida. La organización era la encargada de poner a nuestra disposición las bolsas de vida, en los cuatro puntos de control marcados.

Por fin llegó el esperado día, arrancó la Petite Trotte à Léon, el lunes 28 de agosto a las 9:00 h, estábamos nerviosos pero muy ilusionados. Al poco de salir, comenzó a llover, pero nuestras ganas por correr hacían que la lluvia fuera un momento fresco para recorrer los primeros metros de desnivel.

Los kilómetros pasaron lentos, el terreno pedregoso hacía que nuestros pasos fueran difíciles. Nuestra parada para descansar sería en Buet Skiroc.

Antes de llegar allí, la carrera nos invitó a pasar por las ferratas del Mont Buet, uno de los pasos más altos por los que atraviesa esta edición. En los tramos más técnicos, disponíamos de un voluntario de la organización que nos explicaba cómo proceder en ellos. Según mi opinión, se trata de zonas muy complejas, donde no vas encordado y que pueden paralizarte si no tienes facilidad en las grimpadas o incluso en la escalada.

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Petite Trotte à Léon (PTL) Miquel Pera Sportvicious 2018

Llegamos al Mont Buet, caía la noche y nos quedaba una larga tirada hasta el primer punto marcado. Filippo decidió abandonar la Petite Trotte à Léon.

Segundo día, martes 29 de agosto, el primer descanso en Buet Skiroc consistió en tres horas aproximadamente. Nos esperaba una larga subida hasta el Coll Baume. Desde allí bajamos a la Fenêtre d’Arpette, un collado largo, duro y técnico. Nos comunicaron un cambio en el recorrido establecido de la Petite Trotte à Léon hasta Cabane d’Orny. El recorrido original transcurría por encima de un glaciar hasta alcanzar los 3.400 m de altitud pero, por seguridad, bordeamos para subir dos collados acumulando más desnivel positivo. Llegados al refugio, decidimos comer y descansar durante una hora.

Partimos del refugio sobre las 17:00 h para enfrentarnos a una larga bajada seguida de una subida hasta llegar a nuestra primera base de vida, situada sobre el km 100 en Bourg Saint Pierre. Llegamos sobre las 4:00 h, nos duchamos, nos cambiamos nuestras ropas y descansamos dos horas.

Sobre las 7:30 h del miércoles 30 de agosto salimos en dirección a la Cabane Valsorey por un largo ascenso donde la fatiga empezó a hacer mella. Por el camino nos encontramos con aquellos equipos que la primera noche decidieron no descansar. La subida y el flanqueo posterior son técnicos, repletos de cables y pasos de ferratas. En nuestra mente aparece un antojo: ¡Tortilla!, ¡sí, una simple tortilla! Hubiéramos pagado millones por una…

En la Cabane Valsorey no es imprescindible subir. Nuestra estrategia fue comer antes que el resto de equipos; todos ellos lo hicieron en la Cabane de Vélan y eso nos haría demorarnos más.

Al llegar, dos chicas súper amables nos cocinaron la mejor tortilla del mundo. Con las pilas cargadas, nuestro próximo objetivo fue pasar sin parar por la Cabane de Vélan y comer en la Cabane Plan du Jeu, donde también aprovecharíamos para dormir. Cuando llegamos después de una larga bajada por prados interminables, recibimos el segundo cambio de recorrido debido a una fuerte tormenta. La organización se vio obligada a modificar el recorrido por otra vía alterna. En la Petite Trotte à Léon, “vía alterna” no es sinónimo de menos kilómetros y menos desnivel, simplemente significa un paso que transcurre por una altitud inferior. En este caso, la desviación nos hizo pasar por unos collados más antes de llegar al Refuge Frassati, donde finalmente dormimos.

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Saliendo de la Cabane Plan du Jeu, oscureció y la lluvia hizo acto de presencia con otra invitada más que nos hizo pasar la peor noche: la niebla. Una niebla densa que no dejaba ver más allá de dos metros. Encontramos equipos perdidos; ni el GPS ni el mapa sirvieron en esos momentos. Mario y yo avanzamos con decisión hasta llegar al Refuge Frassati (por este refugio pasa la mítica carrera Tor des Geants). Nos avituallamos bien y dormimos; no es base de vida pero es un lugar amplio con buenas literas y buena comida.

El jueves 31 de agosto dormimos tres horas. Partimos en dirección hacia Morgex, siguiente base de vida importante, donde analizaríamos nuestro estado físico y el camino a recorrer. Pero antes teníamos que superar dos collados: el Coll de Malatra y el imponente Colle Battaglione Aosta. Este último es muy duro y peligroso, creo que nunca había subido nada igual, con un terreno descompuesto que se alterna con pasos de ferratas.

Al coronar el último collado, se intuía una larga bajada hasta Morgex. Allí salíamos de Suiza y pude dar señales de vida a familiares y amigos. Se me llenaron los ojos de lágrimas al ver todos los mensajes de ánimos que había recibido. Morgex es el km 170; nuestra mente empezaba a descontar hasta la meta y sabíamos que las zonas más técnicas las habíamos superado.

Salimos de Morgex con tres lasañas en el estómago para afrontar el Col d’Ameran y el Col de Planaval para finalmente bajar hasta el Rifugio Deffeyes. En el Col d’Ameran volvió a llover al anochecer. Este tramo no es especialmente técnico pero desde el Col de Planaval hay muchos pasos con ferratas. El cansancio y el sueño empezaron a notarse; suerte que nos unimos al equipo de Valls d’Aneu y nos animábamos mutuamente.

Llegamos al Rifugio Deffeyes, donde la hospitalidad rozó la perfección, con unos voluntarios entregados al 200%. Dormimos tres horas que nos supieron a gloria.

Viernes 1 de septiembre. Nos despertamos cargados de energía para arrancar la jornada hasta el Rifugio Ruitor. Tomaríamos un buen almuerzo y continuaríamos hasta el Hospice du Petit Saint Bernard, la última base de vida.

El terreno era más rápido y avanzábamos más, pero teníamos que tener en cuenta que después de nuestra última base de vida, tendríamos que afrontar cerca de 100 km en los que llevaríamos la mochila bien cargada con todo lo necesario.

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En el refugio dormimos una hora escasa y seguimos porque se preveía una noche con nevadas y lluvia. El camino era técnico y a mucha altitud. Algunos equipos decidieron parar y hacer vivac. Nosotros optamos por continuar hasta el final, ya que las previsiones de lluvia y nieve eran hasta el domingo.

El recorrido de la Petite Trotte à Léon se volvió a modificar por tercera vez al llegar el Col de la Seigne. Por el camino nos cruzamos con los participantes de la UTMB. ¡Qué ligeros van! ¡Con la que está cayendo! Los copos de nieve eran del tamaño de una nuez y los corredores iban en pantalón corto. Me hizo especial ilusión cruzarme con mis compañeros y amigos, les deseamos mucha suerte.

Descendíamos del Col y paramos en el siguiente refugio marcado en la vía alterna para descansar poco más de dos horas. En los equipos se reflejaba el cansancio. Sábado 2 de septiembre, faltaban poco más de 60 km para el final de la Petite Trotte à Léon pero los corredores se resentían. Tanto mi compañero como yo íbamos muy enteros para rematar los collados que nos quedaban.

Al llegar a las pistas de Mont Joly, empezamos a crestear bajo una ventisca acompañada de lluvia y nieve. Una cresta impresionante de dos o tres kilómetros que hicimos a través de una espesa niebla. Finalmente coronamos el Mont Joly junto con el equipo de Valls d’Aneu.

Todo no acababa allí… lo peor fue el descenso. Las piernas ya no eran lo que eran. La cabeza, el corazón y los cojones tenían más fuerza que nunca. Nuestros familiares y amigos nos animaban y eso nos daba muchas fuerzas para seguir adelante con nuestra aventura.

Subimos a Le Champel, donde instalaron un avituallamiento debido al mal tiempo. Conversando con nuestros compañeros de Valls d’Aneu, decidimos dormir para seguir sobre las 24.00 h. Eran las 18:30 h y nos merecíamos un buen descanso. Según los cálculos nos quedaban 25 km y 1.800 m+, lo que significaba unas 10-12 horas. Para nuestra sorpresa, nos informaron de un último cambio en el tramo final; teníamos que recorrer 18 km y 800 m+, así que nos olvidamos de dormir y lo único que deseábamos era rematar la faena.

Salimos de Le Champel con dirección al glaciar Bonatti para descender hasta Les Houches. Pensar en la llegada me hizo venir a la mente todos los entrenos y momentos vividos con mis compañeros y amigos que no dejaban de enviarme mensajes de ánimos. Una parte de esa llegada fue para ellos, para mi equipo Training Trail Team y para nuestros sponsors Six-Pro, GoldNutrition, Vértic, Institut Jairo Hoyos, Quiromassatge Pablo Planelles… Desde Les Houches hasta Chamonix son 7 km prácticamente planos. Salieron a la luz todos los dolores pero eso no importa, el objetivo era la llegada.

A las 01.00 h del domingo 3 de septiembre, entramos en la capital del trail running después de 136 horas y 19 minutos. Hicimos la curva que te lleva a la calle principal, donde estaba situado el arco de llegada. Ahí me encontré a mi pareja Marta junto a mi compañero peludo de entrenos Bat. Reventé a llorar de la emoción pero las sorpresas no acababan allí… En la meta estaban dos de las personas más importantes de mi vida: mis padres Carme y Joan. Con ellos estaba Iban, un chico al que llevo entrenando hace un año y que acababa de terminar la TDS. Me abracé a mi compañero Mario y con todos ellos.

Petite Trotte à Léon Miquel Pera Finisher Sportvicious 2018

El domingo fue la entrega de premios y estábamos convocados todos los finalistas de la Petite Trotte à Léon. El acto fue muy emotivo y nos entregaron a cada uno de nosotros un cencerro de finisher.

La Petite Trotte à Léon no es una carrera, no es una competición, es una aventura con todos sus ingredientes: orientación, supervivencia, alpinismo en estado puro… No le falta ningún detalle. Cinco días en los que pasas cansancio, hambre y sueño, pero en los que te encuentras contigo mismo y grabas para siempre en tu retina los valles, montañas, crestas y glaciares que no te dejan indiferente. ¡En 2018 volveré!

Miquel Pera