Eicosanoides: los buenos, los malos y los neutros
Los extraños, misteriosos y casi míticos eicosanoides son la clave del bienestar porque controlan los niveles de inflamación silenciosa en tu cuerpo.
Ácidos grasos esenciales: omega 3 y 6
Incluir estos ácidos grasos en la dieta solo es el primero de los muchos pasos que se han de dar para crear eicosanoides, puesto que se han de metabolizar en moléculas de cadena larga, que son los componentes esenciales de los eicosanoides. De hecho, la palabra eicosanoides se deriva de la palabra griega eicosa (veinte), puesto que todas estas hormonas se sintetizan a partir de los ácidos grasos esenciales compuestos por 20 átomos de carbono.
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Después de múltiples investigaciones se ha concluido que todas las células vivas del organismo pueden fabricar eicosanoides y que no hay un órgano o glándula que aisladamente sea el centro de la síntesis de eicosanoides.
Los eicosanoides comprenden una gran variedad de hormonas. Diferentes clases de estas moléculas son:
• Prostaglandinas
• Tromboxanos
• Leucotrienos
• Lipoxinas
• Epilipoxinas, activadas por la aspirina
• Ácidos grasos hidroxilados
• Isoprostanoides
• Ácidos epoxieicosatrienoicos
• Endocanabinoides
Existen cientos de eicosanoides y cada año se descubren otros nuevos. Pero entre todas sus acciones, la más importante es su papel en la inflamación. De hecho juegan un papel primordial en la respuesta antiinflamatoria, pueden provocarla pero también detenerla. De una manera simple podríamos decir que los eicosanoides que provocan la respuesta inflamatoria los denominaríamos «malos» y los que la detienen «buenos». La cantidad de ambos en nuestro organismo debe de estar equilibrada y cuando esta proporción se descompensa es cuando desarrollamos inflamación silenciosa y acabamos desarrollando una enfermedad crónica.
Existen dos maneras de modificar la proporción de eicosanoides en el cuerpo para controlar la inflamación silenciosa:
La primera sería tomar medicamentos antiinflamatorios durante el resto de la vida (aspirina, inhibidores del COX-2, corticoesteroides); es obvio que nadie se plantea esta opción.
La segunda manera sería mediante la dieta. El mantener una dieta equilibrada y el aportar ácidos grasos en la misma se convierte por tanto en algo importantísimo. Los ácidos grasos omega-6 son los grandes protagonistas de esta historia sobre los eicosanoides, ya que tienen la capacidad de hacer mucho bien o mucho mal. Por otro lado, están los eicosanoides procedentes de los ácidos grasos omega-3, que su papel es determinar si los ácidos grasos omega-6 acabarán siendo compuestos básicos de los eicosanoides «buenos» o «malos». Todo esto se consigue mediante reacciones químicas, pero lo más importante es controlar la ingesta de los ácidos grasos omega-6 y aumentar la de los omega-3. Todo ello para conseguir mantener ese equilibrio entre ambos que nos permita llevar los omega-6 por «el buen camino» hacia eicosanoides buenos. Esto no se consigue si la ingesta de omega 6 es muy elevada o si la de omega 3 es baja y si ambas circunstancias se dan a la vez (hecho muy común en nuestras dietas), pues el efecto puede ser ya catastrófico.
La inflamación
La inflamación se compone en dos partes: la fase proinflamatoria de «ataque» y la fase antiinflamatoria de «rejuvenecimiento». En la primera, el cuerpo libra una batalla inmunitaria que produce dolor, tumefacción y rubor. Esta fase ha sido ampliamente estudiada y se entiende bastante bien. La segunda fase es en la que el cuerpo se recupera de todos los daños ocasionados durante la batalla y esta es la que no se suele entender tan bien. Sin embargo es la más interesante de la inflamación porque tiene la clave para mantener el bienestar.
Lo que hay que tratar es de reducir la fase proinflamatoria para eliminar la inflamación silenciosa, potenciando a la vez la fase de recuperación para conseguir una renovación constante del cuerpo. En la fase proinflamatoria se degrada a los «invasores» del cuerpo pero también a los tejidos anexos, por tanto no nos interesa que se alargue mucho. Tenemos que conseguir entrar rápidamente en la segunda fase, la antiinflamatoria, que es la que cura y repara el tejido. Por lo tanto el equilibrio entre estas dos fases de la respuesta inflamatoria de nuestro cuerpo es la clave para mantener el bienestar.
El problema con los fármacos antiinflamatorios
Aunque nos pueda parecer lógico tratar el dolor agudo desde su origen (un nivel excesivo de ácido araquidónico), la industria farmacéutica se ha centrado en paliar los daños colaterales que devienen de ese exceso. Concretamente, se ocupan de diseñar medicamentos para inhibir las enzimas que producen los eicosanoides proinflamatorios procedentes del AA. Eso es como llamar a los bomberos cuando ya se ha quemado la casa. De este modo actúan la aspirina y otros aine’s.
Sin embargo, los medicamentos más potentes contra el dolor son los corticoides, que lo que hacen es evitar la liberación de AA en las membranas. Desgraciadamente también inhiben la liberación de EPA y DGLA. De esta forma, aunque tienen la capacidad de aliviar inmediatamente el dolor, acaban sin discriminación con todos los eicosanoides (buenos y malos). Esta es la razón por la que el uso de manera prolongada de corticoesteroides puede conllevar graves efectos secundarios como la depresión del sistema inmunitario, resistencia a la insulina y problemas cognitivos. Por tanto deben de ser la última opción para el tratamiento del dolor agudo.
Por tanto, para conseguir tratar el dolor agudo sin todos estos efectos secundarios, lo que deberíamos de intentar es reducir los niveles de AA en la membrana sin que afecte a los niveles de EPA y DGLA. De este modo, se reduce la producción de eicosanoides proinflamatorios sin inhibir los eicosanoides antiinflamatorios. Así dispondremos de un arma muy poderosa para tratar no solo el dolor agudo, sino prácticamente toda situación que tenga un componente inflamatorio.
Omega-3 y deporte
El aporte de omega-3 en la dieta nos ayuda a mejorar el control de los eicosanoides en el organismo, con los beneficios que eso supone.
• Aumenta la Masa Muscular
• Reduce la Inflamación
• Aumenta el Flujo sanguíneo
• Aumenta la transmisión Neuromuscular
Por todo ello los Omega-3 tienen los siguientes efectos en el organismo que suponen un gran beneficio para la práctica deportiva:
Reducir la inflamación y la posibilidad de sufrir lesiones
• El aporte de ácidos grasos omega-3 asegura el control de los eicosanoides favoreciendo los positivos y reduciendo la formación de aquellos cuyo papel es claramente inflamatorio; Los llamados eicosanoides negativos derivados del ácido araquidónico. De esta forma se reducirá la inflamación y el riesgo de lesionarse.
• Además, se demostró que la ingesta diaria de ácidos grasos omega-3 reduce la producción de citoquinas proiinflamatorias, que son responsables del daño muscular (Ostrowski, 1998-Grimble, 1998-Pedersen, 2000).
Mejorar el flujo sanguíneo
• Los eicosanoides estimulados o por los ácidos grasos omega-3 son vasodilatadores mientras que se inhibe la síntesis de ácido araquidónico, precursor de los eicosanoides vasoconstrictores.
• Otro mecanismo es la composición 40-30-30 de la dieta de la zona que permite hacer digestiones ligeras, por lo que se reduce la necesidad de acumular sangre en el tracto digestivo.
Aumentar la lucidez mental y el tiempo de reacción
• Para un deportista de élite es importante tener un tiempo rápido de reacción que se mantiene elevado con la ingesta de omega-3 Rx (Prof. Fontani de la Universidad de Siena, publicado en el European Journal of Clinical Investigation 2005; 35(8):691.699).
• La evaluación neurofisiológica hecha mediante el test de atención registrando el tiempo de reacción, evidenció una reducción sustancial de dicho tiempo de reacción para los test Go/No-go y Atención Sostenida, lo que se debió al aporte de ácidos grasos omega-3 Rx.
Beneficios de reducir el exceso de insulina
• Mejora la liberación de la hormona del crecimiento
• Estabiliza los niveles de glucosa en sangre
• Aumenta el gasto de las reservas de grasa
• Aumenta el transporte de oxígeno
Jorge Suárez Suárez. Fisioterapeuta
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