Kiku Soler es agente rural de la Generalitat en la comarca del Berguedà, donde vive, corre y escala, a más de ser especialista en trabajos verticales y de montaña dentro de su trabajo.
Ha sido corredor, seleccionador y técnico de la Selección Catalana de Carreras de Montaña. Fue uno de los pioneros de estas carreras en España y formó parte de cuatro expediciones a cumbres del Himalaya.
¿Qué fue primero: correr, la escalada en roca o el alpinismo?
Kiku Soler: ¡Correr! Empecé a correr con 9 años con unos chicos mayores que yo, que practicaban atletismo de fondo. Practicaba cros en invierno y pista en verano ya que por aquel entonces el gran fondo en ruta era prácticamente inexistente.
En 1973 ir por el pueblo en chándal o en pantalón corto de atletismo era del todo impensable, por lo que nos cambiábamos en el polideportivo, que estaba en un extremo de la población, y solo cuando estábamos en las afueras nos poníamos a correr.
El mundo de la montaña me atrajo un poco más tarde, con 16 o 17 años, y la escalada y el alpinismo, con 20.
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¿Cómo compaginabas tus entrenamientos de asfalto y montaña?
Kiku Soler: Fueron dos etapas que prácticamente no llegaron a solaparse. A mediados de la década de los 90, descubrí las carreras que se celebraban en la vertiente norte del Pirineo y que ascendían a cumbres emblemáticas como el Canigó y la Pica d’Estats, y como estaba un poco harto de carreras de asfalto, volqué mi motivación en ellas.
Y como correr por montaña nunca me ha supuesto un esfuerzo adicional, me sale de forma natural, pues a nivel de entrenamiento era muy similar al que venía haciendo para las maratones de asfalto y carreras de fondo… a lo sumo no incidir tanto en los ritmos y meter algún CACO (caminar-correr) por montaña, que a la postre viene a sustituir la tirada larga de los maratonianos.
¿Fuiste tú el pionero de correr por montaña?
Kiku Soler: No, fui el atleta de aquellos inicios que solía ganar las carreras en las que participaba.
¿Fue la Maratón del Aneto la que marcó una nueva disciplina deportiva en nuestro país?
Kiku Soler: Si no lo fue, tiene una importancia capital y, sin duda, es la carrera más mítica entre las pioneras.
Muchos años después del Maratón del Aneto, acompañando a los corredores de la selección catalana en carreras por recónditos rincones de España, aún me encontraba gente que me decía que se habían puesto a correr por montaña después de haber visto el reportaje de esa carrera por televisión.
Creo sinceramente que si la carrera hubiera sido en otra montaña, no habría tenido la relevancia que tuvo. Es la cumbre más alta del Pirineo, conocida en toda la península ibérica, aunque solo sea de cuando se estudiaba geografía en primaria, y preciada por todo montañero o amante de los grandes espacios al aire libre.
Precisamente al ser tan conocida aún asombró más el tiempo en que se realizó. Y, evidentemente, también jugó un papel muy importante los reportajes que se hicieron por televisión, con imágenes muy espectaculares para la época con ayuda de un helicóptero.
Ganar y hacer récord en una prueba como esta no es fácil. ¿Cómo rompiste la barrera física y mental?
Kiku Soler: Evidentemente la barrera era más mental que física. Recuerdo con simpatía un señor ya mayor de Benasque que, después de haberse disputado la primera edición de la carrera, decía a los cuatro vientos que era del todo imposible que hubiéramos subido y bajado de la montaña en ese tiempo sin haber utilizado ningún artilugio mecánico, solo con las zapatillas.
Para nosotros mismos la carrera suponía una barrera mental. Solo los atletas que habían venido de Italia, auténticos expertos en lo que ellos llamaban “alta quota”, se habían deslizado por neveros ligeros de equipamiento y de espíritu. Para el resto era todo un interrogante: ¿cómo responderían nuestros pulmones para seguir corriendo por encima de los 3.000 metros de altitud?, ¿cómo nos las arreglaríamos en zapatillas, sin crampones ni piolets, para no precipitarnos por las empinadas pendientes nevadas de debajo el collado de Coronas?, ¿seríamos capaces de aguantar tamaño desnivel sin perecer en el intento?
Estas y otras incógnitas planeaban como una pesada losa por encima de nuestras cabezas esa mañana en Benasque, antes de emprender la salida. Después, solo correr, gestionar las fuerzas e intentar deslizarse lo más rápidamente posible entre bloques de granito y neveros con el mínimo de desgaste.
Volver a estar en Benasque en menos de cuatro horas era impensable hasta para el más optimista o inconsciente de los que afrontamos el reto.
¿Cómo entrenaba Kiku Soler?
Kiku Soler: Seguía el entrenamiento básico para correr fondo. Como antes he apuntado, no he necesitado entrenamientos específicos para mejorar en montaña, pues deslizarme deprisa por pendientes acentuadas y terrenos escabrosos me ha salido de forma natural, por lo que seguía haciendo más o menos lo que había aprendido en los años en que me había dedicado al cros, la pista y el asfalto.
Básicamente un día de descanso a la semana, un día de una hora de carrera continua y gimnasia de tonificación sin pesos, un par de 1h-1:30h de carrera a ritmos un poco más fuertes, un día de fartlek y otro de 2-3 horas de caco por terreno más accidentado y con desnivel.
Tenía en cuenta planificar la temporada para intentar llegar a las carreras más importantes del verano en la mejor forma posible y después me tomaba unas merecidas vacaciones en forma de descanso activo.
La bicicleta de carretera los últimos años en que competí la alternaba con el correr y de paso me servía para desplazarme al trabajo, con lo que si por la mañana iba al curro en bicicleta, volvía a casa corriendo y al día siguiente al revés.
La escalada la seguí practicando siempre, aunque muy tímidamente los años en que me vi más sumergido en el mundo de la competición, pero siempre con la idea de volver a practicarla una vez acabado el correr a alto nivel.
Nunca seguí una dieta concreta pero tengo la inmensa suerte de que Miracle, mi compañera, es una enamorada de la comida sana y natural y además tenemos un huerto donde se pasa media vida.
Y complementos dietéticos solo tomé las temporadas que corrí con la selección bajo la supervisión del doctor incidiendo en las carencias que mostraban las analíticas y donde tuve una constante batalla con el hierro debido a una anemia tenaz.
¿Quiénes eran tus referentes?
Kiku Soler: Lasse Viren, el espigado atleta finlandés que parecía no existir pero que en las citas olímpicas abandonaba su refugio nórdico para imponerse con unas clases magistrales de estrategia e inteligencia sobre el tartán. Se hizo con cuatro medallas de oro en cinco y diez mil metros en Múnich 72 y Montreal 76.
También me fascinaban los duelos, épicos, en el medio fondo protagonizados por los británicos Sebastian Coe y Steve Ovett, siendo este último el objeto de mi devoción por su informalidad y su carácter inconformista.
¿Cómo era el material deportivo que utilizabas por aquel entonces?
Kiku Soler: Utilizábamos lo que había y, básicamente, lo que había era mucha menos “gilipollería”.
En cuanto al calzado, hasta que se disputó la 1ª edición del Aneto y Nike y Adidas sacaron al mercado calzado específico para montaña, íbamos con zapatillas de entrenamiento que tuvieran la suela gravada y que, a poder ser, fueran tirando a ligeritas.
Y de ropa a mí me gustaba ir de acorde a mi personalidad, es decir como un “pordiosero” y la ropa con la que me sentía más a gusto solía coincidir con la más vieja y agujereada que tenía. Tanto es así que, prácticamente hasta que en el 97 gané la 1ª edición del Maratón del Aneto y Nike empezó a proporcionarme material, había corrido siempre con ropa de algodón. Actualmente sigo vistiendo prendas de este tejido.
Al cabo de 2-3 meses fui a correr un cross social con mi equipo de atletismo, el Club Atlètic Manresa, y mis compañeros casi no me reconocían con la ropa técnica, sintética y nueva, y las zapatillas sin agujerear.
Tu mejor día en la montaña… ¿Ha sido con crono o sin él?
Kiku Soler: En la montaña he pasado días maravillosos, ja sea escalando, andando, ascendiendo una montaña, haciendo una travesía a pie o con esquís, acampando y hasta corriendo, y no sabría decidirme por uno u otro. Lo que sí que tengo clarísimo es que ninguno de estos días ha sido con cronómetro.
Y estos días siempre han tenido al menos un par de trechos comunes: un estado de gracia físico (el día en que te superas de un canto mínimo escalando, en que subes corriendo sin apenas notar que pesen las piernas o que después de cinco horas ascendiendo a mucha altitud el cansancio sigue sin aparecer) y un ambiente mágico, la montaña sin contaminar, la forma caprichosa de la roca, la compañía de gente con la que podrías irte al fin del mundo o un cielo plagado de estrellas.
¿Qué necesidad tuviste de escribir tu libro “Curses de muntanya”? ¿Qué cuentas en él?
Kiku Soler: No fue ninguna necesidad, fue un encargo de la editorial. El libro forma parte de una colección de manuales de deportes relacionados con la montaña y que abarcan desde las disciplinas más técnicas como la escalda en hielo o el esquí de montaña hasta las más placenteras como el excursionismo.
Cuando desde Cossetània me propusieron escribir el libro, amablemente decliné la oferta argumentando que padecía un ataque de pereza aguda pensando que los amigos de la editorial se olvidarían de mí. Pero al cabo de poco insistieron y pensé que, ya que de todas maneras harían el libro y viendo el rumbo que tomaban las carreras con tanto ultra y tanto accesorio inútil, mejor hacerlo yo antes que el primer descerebrado que encontraran que aún echaría más leña en el asador.
En el libro intento poner un poco de sentido común en este mundo que tengo la sensación de que lo ha perdido. Y como se trata de un manual de iniciación, he procurado que las ideas sean claras y sencillas, como lo es el correr, sin renunciar a la crítica desde el sentido del humor.
¿Qué carrera te hubiese gustado correr de las que actualmente se disputan?
Kiku Soler: Actualmente estoy muy desconectado del mundo de las carreras y sobre todo desde que no escribo en TRAIL. Seguro que las hay de muy chulas pero las desconozco.
Pero de cuando acompañaba a los chicos de la Selección Catalana recuerdo una, el Sentiero de la Grinye, en el norte de Italia, que reunía todos los ingredientes que considero fundamentales para disfrutar de una gran carrera: paisajes espectaculares, trazado sinuoso, público entregado y distancia que no va precedida por la palabra “ultra”. Igual ya han dejado de hacerla…
¿Se deberían de recuperar carreras con el espíritu de Benasque-Aneto-Benasque?
La sencillez y la lógica, que no tiene que ir necesariamente en detrimento del reto.
¿Qué aspectos positivos y negativos ha conllevado el boom de las carreras por montaña?
Kiku Soler: Evidentemente que la gente haga ejercicio al aire libre es positivo, como lo son los hábitos saludables asociados como alimentación, horarios regulares, etc.
En el otro extremo tenemos la masificación asociada a los grandes eventos en entornos relativamente frágiles como la alta montaña, el “consumo” desmesurado de accesorios, la mayor de las veces superfluos cuando no inútiles (para correr prácticamente no necesitamos nada) y los recorridos extraordinariamente largos que, humildemente, no creo que le hagamos ningún favor a nuestra salud.
¿Cuál es tu opinión sobre las carreras de larga distancia más conocidas como ultratrails?
Kiku Soler: Creo sinceramente que hemos perdido el norte. Están de moda y me da la impresión que si somos “finishers” de tal y de cual carreras, todas muy guaysy de tropecientos mil kilómetros, y hacemos ostentación en las redes sociales, somos los masters del universo.
Pienso que el desgaste al que se somete el cuerpo en un ultra te vacía por completo. Si semejante vaciado lo realizamos diversas veces al año (me han dicho que hay sujetos que corren una o más al mes), este desgaste, a la larga, afectará seriamente a nuestro organismo, sobre todo si somos amateurs y tenemos que compaginar trabajo, familia y entrenamiento. Al final se nos come la fatiga crónica o antes las lesiones ponen las cosas en su sitio.
La gente “normal” no puede plantearse los mismos retos que los corredores de élite, los mediáticos, pues sus condiciones son totalmente distintas. Ellos, aparte de unas condiciones físicas por encima de lo común, viven para correr, con todas las pautas de alimentación, planificación, recuperación, tonificación, descanso, etc. para ser lo que son y hacer lo que hacen.
¿Cuál ha sido la distancia más larga que has recorrido? ¿En carrera o por tu cuenta?
Kiku Soler: Corrí un par de veces en la Matagalls-Montserrat y otras dos en Carros de Foc. Ninguna de ellas era en formato carrera, aunque sí había una clasificación por tiempos, pero era más un reto que una carrera. Carros no estaba ni marcado el recorrido y había varios sitios donde no era difícil perderse. Pero ninguna se acercaba a los 100 km.
¿Crees que ha influido el “efecto Kilian Jornet”?
Kiku Soler: Pues claro y mucho. En mi libro le dedico un capítulo y no es para menos. Kilian es en nuestro mundo lo que fueron en la música Mozart o Beethoven, en el arte Leonardo o Miguel Ángel o en las ciencias Einstein, y tenemos la gran suerte de ser contemporáneos suyos. Algunos hasta tenemos el enorme privilegio de habernos puesto bien de birras juntos.
Es un tipo cojonudo que, dejando de lado el indiscutible potencial físico, tiene un tarro muy bien amueblado, maduro y calculador.
Me hace mucha gracia (por no decir pena) cuando se le critica por el mal ejemplo que da afrontando retos alpinos de cierta envergadura en zapatillas y cortaviento; y se le culpa cuando los grupos de rescate han de evacuar un “runner” con hipotermia o a un fiambre del Mont Blanc que no iba con la totalidad de la “equipación reglamentaria”. En mi vida he oído criticar a Hamilton, Márquez, Schumacher o Rossi porque un niñato se haya estampado en una curva a 120 km/h, y menos que por su culpa haya destrozado una familia que tuvo el infortunio de cruzarse en su camino.
¿Los corredores actuales están más fuertes o sólo son más mediáticos que los de tu época?
Kiku Soler: Es evidente que son más mediáticos y, como no, también más fuertes. Pero el boom del que antes hablábamos tengo la impresión que ha crecido mucho más en cantidad que en calidad. Me explico: actualmente hay cincuenta mil carreras con cincuenta mil participantes en cada una y muchas veces en el evento que organiza Salomon ganan los corredores esponsorizados por Salomon y en el organizado por Adidas, los corredores esponsorizados por Adidas (perdonarme por poner nombres propios), pero entre ellos raras veces compiten juntos.
Antes había menos carreras pero era mucho más habitual que los atletas punteros corriéramos juntos, con lo que la competición era mucho más apasionante.
El pasado verano Marc Pinsach se propuso el reto de batir el récord del Maratón del Aneto. Se plantó en la cumbre algo más rápido que yo, pero el retorno a Benasque lo hizo más lento, siendo el cómputo global favorable a mi registro.
Si en este momento me callo estoy dando una información que, sin ser mentira, tampoco se ajusta a la realidad, ya que estoy omitiendo que las condiciones de la montaña, sobre todo en el descenso, jugaban a mi favor.
El mundo mediático en que vivimos puede no tener esto en cuenta y llegar a omitir parte de la verdad en el propio interés. Así, cuando se dio la noticia, se decía que Marc había batido el viejo récord del Aneto… ¡y era verdad!, solo que la carrera acababa en Benasque y no en la cima del Aneto.
Este rollo que os he metido es para resaltar dos cosas: que Marc seguramente no tiene nada que ver con la información dada parcialmente (el pobre está inmerso de pleno en la vorágine mediática de la cual nada le envidio) y que, vistas las condiciones de la montaña cuando se disputó la Maratón del Aneto con las que tuvo que lidiar Marc el pasado verano, demuestran claramente que él corrió más aprisa que yo, por lo que me descubro ante su hazaña. ¡Pero no mucho más rápido!
¿Qué proyectos consideras interesantes de los corredores activos?
Kiku Soler: No sigo a ninguno, ni veo foros ni consumo revistas especializadas… Tampoco a vosotros, lo siento. Iniciativas como la de Marc Pinsach creo que pueden ser una potente motivación para mantener viva la ilusión. Y, evidentemente, la filosofía y la manera de entender la montaña de Kilian.
¿Cómo valoras la evolución del trail running en nuestro país y fuera de él?
Kiku Soler: Veo que el perfil del corredor de montaña actual corresponde en muchos casos a un urbanita que corre por el monte porque está de moda y mola mucho, pero que desconoce y no aprecia lo que le envuelve, solo ve el crono y a cuantos metros asciende por minuto… Y si pasa por tu lado, ni te devuelve el saludo.
Eso sí, va ataviado con tal cantidad de artilugios y accesorios que más que un corredor parece un hombre orquesta. Creo que se ha banalizado y se ha perdido la esencia, que eran el respeto y la veneración por la montaña.
¿Cuál debería ser la esencia de un corredor?
Kiku Soler: La sencillez: no necesito nada para correr, solo las ganas y el anhelo que te toque el aire y el sol en un entorno lo más puro posible; la humildad: soy insignificante ante la inmensidad que me envuelve, y la veneración por dicha inmensidad.
Cuéntanos un poco sobre tus expediciones al Himalaya.
Kiku Soler: Joan Cardona, al final del siglo pasado y estando sumergidos de lleno en las carreras por montaña, me planteó el reto de intentar subir y bajar un gigante del Himalaya en un solo día. Los dos éramos corredores y alpinistas, estábamos pletóricos de forma y me dejé convencer.
Durante el trekking de aclimatación previo, Joan pilló un principio de neumonía y tuvo que volver a Katmandú para recibir atención médica, y yo me fui hacia la montaña, el Shisha Pagma, por su vertiente norte.
Contar que estaba solo en la montaña sería faltar a la verdad pues había varias expediciones con lo que la ruta estaba abierta. Hice los porteos pertinentes y dejé un par de tiendas con material y comida, aquí sí, solo. Y cuando lo creí conveniente tiré para arriba con la intención de hollar la cima y volver a la base de la montaña en el día. Siempre he sido un pelín ingenuo y sin Joan, que era el celebro del proyecto, no me percaté de los detalles ínfimos de la ascensión y a 7.600 metros de altitud, en el collado donde arranca la arista cimera, tuve que dar media vuelta pues no veía el camino a seguir y faltaban dos horas para que se hiciera de día. Si me hubiera esperado, igual me quedo pero para mí una montaña no merece ni la amputación de una uña.
He vuelto un par de veces más a cimas de 8.000 metros, estas veces con amigos del Berguedà, la comarca donde vivo, en expediciones de formato más convencional, por las rutas clásicas, pero siempre sin porteadores de altura ni oxígeno.
Y lo que me he llevado de estas experiencias no es si he subido o no la montaña, es la inmensidad del entorno, la sencillez y humildad de sus gentes, la esencia del corredor de fondo y del montañero.