Descubre los distintios tipos de distorsión para ver cómo condicionan nuestra actividad deportiva y nuestra vida.
Lo que nos dicen y lo que nos decimos tiene un efecto determinante en la manera en que afrontamos la actividad deportiva y nuestra vida en general.
Debemos ser conscientes del poder que tienen nuestras palabras.
Las que nos llegan, las que nos decimos y las que solo están en nuestra mente. Las palabras tienen peso y forma.
Son portadoras de pensamientos, sentimientos y emociones.
Dictan sentencia y se convierten en aquello que predican. Como expresaba Horacio, “la palabra dicha no puede volver atrás”.
Así, palabra a palabra, experiencia a experiencia, vamos construyendo nuestras creencias.
Una vez que incorporamos estas creencias, nos focalizamos en validarlas una y otra vez.
De manera que construimos una realidad basada en ellas.
Cuando alguien relevante en nuestra vida, como un familiar, un educador o un entrenador/entrenadora, interactúa con nosotros, está creando posibilidades que pueden transformarse en realidades.
Si son de carácter negativo, estaremos entrando de lleno en el mundo de las creencias limitantes.
Estas creencias limitantes condicionan nuestra vida. Los “no soy capaz”, “yo siempre he sido así”, “a mí nunca se me ha dado bien”, “a los demás no les pasa lo mismo”.
Los “es imposible”, “soy igual que”, “no tengo lo que hay que tener”, “yo no llego” y un largo etcétera nos mantienen prisioneros de una realidad que nos ha sido impuesta.
Es por este motivo que en los primeros años de formación se debe ser muy cuidadoso con el lenguaje que se emplea.
Los jóvenes no son solo esponjas para la adquisición de nuevos conocimientos y destrezas; también son altamente influenciables debido al entorno de confianza que se establece.
Cuántas veces no se habrá dicho la frase “yo no sirvo para el deporte” y cuántas veces no estará relacionada con comentarios producidos por un familiar o un educador.
Así llegamos a la edad adulta con un lenguaje interno arraigado y con unas experiencias que han validado nuestra incapacidad para superar dichas limitaciones.
El término que define este comportamiento se conoce como profecía autocumplida.
Es un sesgo en la percepción a través del cual anticipamos hechos y sus consecuencias antes de que ocurran, sin que exista ninguna base lógica o realista para llegar a dicha conclusión.
Es esta forma de ver la realidad de manera distorsionada la que nos va a generar multitud de problemas y a la que tenemos que añadir los errores provocados por los sesgos o distorsiones cognitivas.
Se trata de atajos que utiliza nuestro cerebro para tomar decisiones de la manera más rápida posible.
Una adaptación para no destinar demasiado tiempo a cada pequeña decisión que tomamos en nuestro día a día, pero que a veces puede llevarnos a cometer errores.
Esto es debido a que se trata de mecanismos automatizados donde no entra nuestro pensamiento consciente, por lo que pueden llegar a distorsionar nuestra percepción de la realidad.
Vamos a centrarnos en algunas de ellas para ver cómo condicionan nuestra actividad deportiva y nuestra vida.
Distorsión de sobregeneralización
En la sobregeneralización lo que hacemos es extraer conclusiones de unas pocas experiencias y las aplicamos de forma general.
En esta distorsión las palabras clave a las que tenemos que estar atentos son: siempre, nunca, todo o nada.
Vamos a verlo con un ejemplo.
Supongamos que en un partido de tenis cometo varias doble faltas y empiezo a decirme:
“nunca se me ha dado bien el saque”, “nada de lo que hago me sale bien”, “siempre fallo en los momentos decisivos”.
Vemos claramente que a partir de un hecho concreto, un saque deficiente en un partido de tenis, nuestra mente, nuestros pensamientos y lo que nos decimos nos llevan a emitir un juicio general sobre nuestras habilidades.
Para salir de este bucle, debemos dejar de juzgar la acción y analizarla como lo que es, un suceso dado en un momento determinado.
En el ejemplo anterior podríamos decir: “he cometido tres dobles faltas en momentos decisivos”, “debo analizar mi saque”, “es solo un partido; puedo mejorar”.
D de confirmación
Se trata de la tendencia a prestar más atención a la información que confirma las propias creencias o hipótesis, independientemente de que estas sean verdaderas o no e ignorando posibles alternativas.
Pensemos en un corredor que cree que no es suficientemente rápido y exclusivamente pone atención a las series que realiza por encima del tiempo que se había marcado.
O un jugador de básquet que se tiene por mal tirador desde fuera del perímetro y cuenta únicamente las canastas que falla.
De esta manera acabamos generando una serie de conductas contraproducentes que nos van a imposibilitar encontrar soluciones.
Nuestro criterio se ve mermado, ya que tendemos a quitar importancia a los datos que pueden contradecir ese pensamiento negativo.
Además, buscamos información una y otra vez que confirme nuestra creencia.
Y tendemos a recordar mejor los sucesos que permiten mantenerla, llevándonos, como hemos mencionado, a la profecía autocumplida.
Distorsión de razonamiento emocional
Esta distorsión consiste en creer que lo que se siente emocionalmente es la realidad.
Aparece cuando no manejamos correctamente nuestras emociones, lo que nos puede llevar a creer cosas que no son ciertas.
Por ejemplo: fallo un ejercicio técnico, me viene una emoción de derrota, de fracaso, y me siento un fracasado.
Uno de los problemas de esta distorsión es que puede llevarnos a la sobregeneralización.
En el ejemplo anterior, el deportista no solo se sentiría fracasado en este ámbito, sino que lo haría extensible al resto de su vida.
Una de las cosas que podemos hacer para no quedar atrapados en esta distorsión es recordarnos que lo que pensamos o sentimos no es un reflejo de la realidad.
Por lo tanto, sería importante confirmar dicha realidad, por ejemplo, contrastando con alguien de confianza la emoción que nos ha sobrevenido o preguntándonos a nosotros mismos y poniendo en tela de juicio lo que estamos sintiendo:
“estoy sintiendo esto, pero ¿qué otras posibilidades hay?, ¿qué pruebas tengo?, ¿esto me sirve?”.
D de los “debería”
En ocasiones, tenemos la tendencia de centrar nuestra atención en aspectos no deseados y tiene mucho que ver con las expectativas, tanto las propias como las que tenemos sobre los demás.
Lo vemos en un ejemplo: “debería ser mejor nadador” o “mi compañero debería darme los relevos antes”.
El problema con estas expectativas es que nos van a generar un estado de desazón, incluso de sufrimiento, ya que nunca vamos a sentirnos satisfechos; siempre vamos a querer llegar a un ideal y eso nos va a provocar estados de enfado, rabia e infelicidad.
Inscríbete a nuestra newsletter y recibirás nuestra revista digital Sportvicious.
Distorsión de perfeccionismo
La persona está realizando un esfuerzo constante para que se cumpla una representación interna o externa.
En ningún momento se analiza si esa representación entra dentro de unos parámetros razonables.
En muchas ocasiones, este tipo de distorsión permite evitar, a quien lo experimenta, una experiencia subjetiva de fracaso.
Por ejemplo: “para no conseguir un 10 en los ejercicios, mejor ni voy” o “para quedar siempre detrás de él, prefiero irme del club”.
D de comparación
Existe cierta tendencia a compararse con los demás, llegando a la conclusión de que se es mucho peor que el resto.
Esta distorsión puede provocar una baja autoestima y conlleva complicaciones, ya que se ha demostrado que existe una relación entre la comparación social y la depresión.
Tenemos multitud de ejemplos en los que seguro muchos deportistas se pueden sentir identificados:
“nunca seré tan buena como mi compañera”, “él está mucho más dotado que yo para la escalada”, “jamás conseguiré tener su nivel” o “por mucho que lo intente siempre me ganará”.
Distorsión de maximización y minimización
Consiste en magnificar los errores propios y los éxitos de los demás, y minimizar los propios éxitos y los errores de los otros.
Por ejemplo:
“no importa el trabajo de toda la temporada, lo único que cuenta es mi error de hoy” o
“puede que José haya fallado el relevo, pero es una gran deportista”.
D de adivinación
Esta distorsión hace que la persona tienda a pronosticar un resultado negativo, una emoción o un acontecimiento futuro, creyendo que esa predicción es verdadera.
Ejemplo: “estoy seguro de que voy a fallar este tiro libre”, “no voy a llegar a la marca para clasificarme” o “seguro que me pongo nervioso y no podré centrarme en el partido”.
Como podemos ver, todos estos sesgos cognitivos se presentan en la vida de cualquier deportista y, dependiendo del autor y de la clasificación, podemos encontrar incluso una lista más amplia de estas distorsiones.
Lo importante es que tengamos presente que existen, que son reales y que tienen mucho que ver con nuestro lenguaje interior y con la gestión de nuestras emociones.
Aunque siempre es mucho más fácil observarlas en los demás que en nosotros mismos, podemos ser conscientes de ellas y someterlas a examen. Una manera es preguntándonos qué pruebas validan nuestros pensamientos.
No las eliminaremos completamente, pero sabremos el error que estamos cometiendo y, al cabo de un tiempo, habremos conseguido restarles importancia. Poco a poco mejoraremos nuestro rendimiento deportivo y en general nuestra vida.
Fotografía de Wall