TITA LLORENS CONQUISTA LA GRAN RANDE – ¡A la tercera ha ido la vencida!
Tita Llorens completa la Gran Rande (San Simón-Cíes-San Simón), de 54 kilómetros, con un tiempo de 17 horas y 17 minutos en su tercer intento.
La Batalla de Rande es una travesía de 54 kilómetros de ida y vuelta en un tramo de la ría de Vigo, desde la isla de San Simón hasta las islas Cíes y vuelta a San Simón.
La ría de Vigo se estrecha en la zona del puente de Rande antes de volver a abrirse formando la ensenada de San Simón. Por este motivo, se incrementa la intensidad de las corrientes. No olvidemos que Tita siempre afronta sus retos a nado sin neopreno, lo que aún hace más épica su aventura.
El día de antes de la travesía quería tocar el agua y decidimos ir al otro lado de la ría, a unas playitas donde siempre que he hecho la travesía de la Batalla de Rande me apetecía ir.
Fuimos a una bonita y tranquila playa de arena blanca y brillante, la playa de Limens. Desde allí divisamos en el frente unas bateas por las que he pasado nadando unas cuantas veces. Me tiro al agua. No está fría, pero tampoco caliente; calculo que a unos 16ºC.
Desde que entro hasta que salgo me repito la misma pregunta: ¿podré aguantar de 16 a 18 horas? Mi respuesta es: no lo sé…
Si llega a ser mayo, igual sí, porque en esas fechas estaba muy bien aclimatada pero ahora el agua de Menorca está a 25ºC.
Mi nado no sé si llegó a la hora de duración. No quería preocuparme, sólo disfrutar del día. Fuimos a comer a Cangas, otro pueblecito por el que he pasado muchas veces nadando pero donde nunca había estado, en tierra firme.
Después descansamos en el piso que habíamos alquilado, un pisito muy chulo en el centro de Vigo. Una vez allí, ya relajada, vuelven a aparecer las dudas, el miedo, entro en estado de semi pánico.
Me pregunto: ¿qué hago aquí? Podría estar de vacaciones tranquilamente y estoy preocupada por si mañana saldrá todo bien. Hay muchas posibilidades de que no salga y luego qué haré si no sale…
Hasta me llegan pensamientos de no tirarme. Una retirada a tiempo sería mejor que otra decepción.
Luego pienso: Tita esto lo haces siempre en los días previos a los grandes retos, incluso antes de un entreno largo, y cuando te tiras al agua, todo pasa. Los malos pensamientos se evaporan y tú disfrutas en tu medio.
Así toda la tarde… Tenía que llamar a casa y no quería que me notaran triste ni quería que se dieran cuenta de mi malestar.
Cenamos y me acosté pronto. Aún sabiendo que no dormiría nada, pusimos el despertador a las 3:00 h de la madrugada para estar en el puerto deportivo de Santo Adrián a las 4:00 h y tirarme al agua a las 5:00 h.
¡Y en un plis plas ahí estoy! Con mi cuerpo embetunado de crema solar y recubierto por una capa de lanolina-vaselina.
Mi única preocupación era disfrutar y tener una actitud positiva. En mis dos intentos anteriores no fue así; sabía que no era el día y me tiré al agua sin disfrutar del momento.
¡Este día quería disfrutar sí o sí! Y así fue: empecé a nadar contenta, con ganas y muy buenas sensaciones. Pasé feliz por debajo del puente de Rande, majestuoso como siempre, con ganas de que amaneciera, pero sin prisas.
De la ida poco puedo contar. Nadaba con fluidez dejándome llevar por las corrientes a favor y trampeando las corrientes en contra.
Un buen rato con la mar plana, supongo que un regalo de la ría por los dos intentos frustrados anteriormente.
Agua a buena temperatura con alguna bolsa de agua fresquita, pero sabiéndola llevar.
Todo transcurre correctamente. Mis compis en cada avituallamiento me dicen que voy super bien, como un tiro, y eso aún me hace nadar mejor.
En las penúltimas bateas y a la altura de la playa en la que estuve nadando el día de antes, la temperatura baja y lo noto rápidamente.
Empiezo a notar los abductores y esto me preocupa, pero sigo firme esperando cruzar el canal y llegar a la playa. Otra de mis preocupaciones es qué pasará cuando me ponga en pie, me voy a marear…
Me meto en las últimas bateas y empiezo a divisar las islas Cíes cada vez más imponentes. En cada brazada la arena se ve aún más blanca. En ese momento
Toni estaba en el kayak y Siscu había subido al barco a descansar. Ellos dos habían salido conmigo las primeras horas.
Toni descansaría también unas horas y así se irían turnando hasta las últimas horas, cuando estarían los dos otra vez.
Sofía iba en la zódiac con Riki y Nacho. Ellos son del equipo de Rande.
El trabajo de la zódiac era estar pendiente de mí y vigilar que no se acercara ninguna lancha rápida o barcaza. En cuanto veían una, iban a su encuentro para decirles que había una nadadora en la ría.
En la barca grande se encuentran Bea y su marido Chiño como patrones, Fer y Aitor de la organización, y un chico de salvamento marítimo.
Cuanto menos lo esperaba estaba en la pequeña playa de Cíes, una de las playas más pequeñitas después de la Punta Muxieiro. Entre bocinazos llegué y me puse en pie levantando los brazos.
Me tiré nuevamente al agua. Fue tirarme y notar como mi estómago daba un vuelco. Me tuvieron que dar Primperan para detener los vómitos y la verdad es que el efecto fue rápido.
Ahora son mis piernas las que se quejan. Le pregunto a Sofía si puedo tomar Enantyum y me dice que no. ¿Y ahora qué? ¡Así no puedo seguir!
Sofía me dice que espere un poco y, una vez estemos protegidos por la ría, me lo dará. Con los fuertes dolores, me vienen ganas de abandonar.
Es cuando pienso en Siscu y en los míos; no quiero que pasen otra vez por eso. ¡Otra decepción no! Sofía me dice que piense en la frase que llevo tatuada en el brazo: “Lo que hoy parece un sacrificio, mañana terminará siendo el mayor logro de tu vida”.
Sofía es fisioterapeuta y me recomienda que intente dar alguna patada de braza, nadar a espalda y así las piernas se relajan un poco.
Entrando en la ría me tomo el Enantyum, pero no funciona bien. Nado como puedo unos 15 kilómetros haciendo malabares con mis piernas, patadas de braza, patadas de mariposa y a ratos nado a espalda.
A las tres o cuatro horas, pido si me puedo tomar otro y me dicen que no pero sí, medio Ibuprofeno. Lo tomo y al poco tiempo noto un poquito de mejoría y decido no utilizar las piernas.
No tiene nada que ver no utilizar las piernas a no utilizarlas con dolor. De caderas para arriba súper bien pero de caderas para abajo estaba fatal, con muchos dolores.
Nado a ritmo muy lento, pero avanzado lo justo y necesario. Una de las cosas complicadas que tiene la ría son los puntos de referencia.
Un faro que parece que está ahí pero no llega nunca; un edificio grande que en cada brazada lo ves y, por muchas brazadas que des, aún sigue ahí; el gran puente de Rande que lo divisas de lejos y, aunque en cada avance se ve mejor, aún está lejos.
Todo en la ría parece estar en pausa.
Noto que el agua huele mucho a petróleo y eso me preocupa. ¿Qué habrá pasado? Quizás es por tanto tráfico de barcos. El agua huele mucho y eso puede ser fatal para mí.
Vienen las últimas bateas antes de llegar al puente. A la ida me pasaron muy rápido, pero a la vuelta parece que se han multiplicado por tres.
Cuando diviso el puente con más claridad, les digo a Sofía y a Toni si se quieren tirar y pasar el puente juntos. ¡Me dicen que no!
Toni ya estaba en el kayak con Siscu, ellos son mis guardaespaldas, y Sofía en la zódiac cogiendo solecito.
Por la mañana la niebla no nos había dado tregua y ya por la tarde sí. El sol nos enseñó su mejor cara.
Cada vez el puente está más cerca, pero cuesta llegar. De reojo veo a Sofía preparada para tirarse.
Se lanza y pasamos juntas por debajo del puente cuando grito: “el puente de Rande es mío, ya tengo el doble Rande”.
Pero aún faltaba pasar las últimas bateas para divisar la isla de San Simón, las que están detrás del puente. En este último tramo la corriente a favor era fuerte y el tramo pasó rápido.
Voy nadando feliz sabiendo que ya está hecho. Se unen más embarcaciones, todos familiares de Bea y Chiño y gente de Redondel, el pueblecito que está detrás de San Simón.
Empiezan a sonar las bocinas. Yo ya miro donde puedo levantarme. Nado unas brazadas a mariposa, pero creo que he empezado demasiado pronto…
Encuentro una escalera para elevarme; la marea subió pero aún era baja. No se veía la rampa, pero sí me puedo levantar. Pura alegría y emoción a flor de piel. Llegamos y llegamos todos. Momento único e irrepetible: el sueño se ha cumplido.
Mía, mi nieta, ha estado presente en esta travesía ya que en el kayak tenía una hermosa fotografía de las dos juntas en la piscina. Mientras nadaba, cantaba todas las canciones que solemos tatarear en el coche cuando la llevo de camino a “s’escoleta”.
El día de antes de la travesía me enteré que Eva, la hermana de Fer, estaba malita. La había conocido el año pasado en la Batalla; ella también estuvo muy presente en mis pensamientos. Por eso quiero dedicarle el Gran Rande. ¡Todas mis fuerzas van con ella!
Otra vez hemos hecho lo que dice Melendi: “hagamos que no todos los sueños sean durmiendo”.
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Tita Llorens
Fotografía de Francisco Pons