Una aventura donde pudieron disfrutar de unas vistas impresionantes a lo largo de todo el recorrido.
El domingo 10 de abril de 2022 y después de tener que anular la salida por la pandemia el año anterior, nos encontramos con Marc Bonet, Marc Méndez, Marc López, Albert, Pere, Willy y un servidor en el aeropuerto de Barcelona a las 10h de la mañana.
Marchamos a los Alpes de Lyngen en busca del “powder” un poco más arriba del paralelo 69. Volamos a Oslo y de allí a Tromso. Recogimos todas las maletas y esquís y las llaves de los coches.
Teníamos el tiempo justo para comprar nuestra cena y dirigirnos hacia Lyngseidet, centro de los Alpes de Lyngen. Nos costó un poco encontrar la que sería nuestra casa durante una semana.
Una vez ya instalados, cenamos y decidimos que nuestro primer objetivo sería el Daltinden, que nos quedaba a 5 kilómetros en coche, en el pueblecito de Furuflaten.
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LUNES 11: DALTINDEN – NORUEGA EN ESQUÍS DE MONTAÑA
Dormimos poco y, todavía dormidos, desayunamos con las ganas de pasar el primer día en Noruega, a pesar del mal tiempo. Nubes y nieve que nos acompañaron la mayoría de días que estuvimos en la zona.
Cogimos los coches y los aparcamos junto al campo de fútbol de Furuflaten. Nos equipamos y tomamos un camino siguiendo el track que llevábamos y que seguía un camino vecinal que disponía de unos raíles preparados para realizar esquí de fondo.
De esta forma, nos adentramos por un gran valle, unos 5 kilómetros y sin ganar mucho desnivel.
A partir de aquí, tuvimos más niebla y nieve empezamos a subir por una pendiente moderada hasta la cima del Daltinden, de 1.533 metros.
En la cima la nieve es dura, pero en la pala es más “disfrutona”. No distinguimos lo que es tierra de lo que es cielo… ¡Todo es blanco! Al ser el terreno bastante liso, nos dejamos llevar por el “flow” del “powder” noruego.
Deshicimos el camino de subida y ganamos visibilidad hasta adentrarnos en el típico bosque de la zona: unos arbustos de rama delgada y sin hojas en las cotas más altas (unos 500 metros) y después bosque de árboles delgados y sin sotobosque que nos condujeron hasta el cauce del río.
A continuación, realizamos un mínimo descenso y con paso patinador llegamos al punto de partida tras 5 horas de actividad, realizando 21 kilómetros con 1.600 metros de desnivel positivo.
Aprovechamos el resto del día para comer, ducharnos y hacer la compra en el supermercado de Lyngseidet.
MARTES 12: TAFELTINDEN – NORUEGA EN ESQUÍS DE MONTAÑA
El objetivo de la jornada era ascender a una cima sobre el valle que sale de Koppangen, al final de la carretera que sale de Lyngseidet hacia el norte: el Tafeltinden, situado a 1.295 metros de altura.
El tiempo fue como el día anterior, pero con una nevada más copiosa. La carretera estaba cubierta de nieve, pero no supuso ningún problema porque todos los automóviles que se mueven por ahí (sobre todo si son de alquiler como es nuestro caso) iban con ruedas de llaves.
Después de 30 minutos de conducción llegamos a Koppangen.
Partimos de la cota 0 y, después de encarar todo el valle de Koppangsvatnet, llegamos al glaciar de Koppansbreen.
De ahí fuimos a buscar una pala para ascender hasta la cima. Parece un recorrido fácil y rápido, pero no lo fue; empleamos cinco horas y cuarto para recorrer 19 kilómetros con un desnivel positivo de 1.340 metros.
La salida fue muy chula ya que salimos del mar, nos fuimos adentrando por bosques y encaramos el valle y el glaciar con más desnivel que la salida del día anterior; así se nos hizo más amena.
A 40 metros de la cima decidimos parar y descender ya que las condiciones de visibilidad y meteorología eran malas. Al ir descendiendo la niebla fue disminuyendo.
A los 1.000 metros desapareció por completo la niebla y disfrutamos esquiando en nieve polvo, sintiéndonos como los freeriders de los vídeos y fotos que a todos nos gustan.
Seguimos descendiendo, hoy más cargados porque, aparte del material básico de esquí de montaña, añadimos el material de glaciar (arnés, cuerda, caracoles de hielo…) por si no estaba en condiciones y encontrábamos alguna grieta.
Por suerte la encontramos tapada por una gran cantidad de nieve. La bajada terminó como la empezamos: junto al mar con la alegría en nuestras caras.
Al final del día, el tiempo mejoró y mis amigos Marc L y Willy comentaron que, si el cielo seguía así, existía una remota posibilidad de ver alguna aurora boreal. Con esta idea, a las diez y media nos fuimos a la cama y Willy se quedó haciendo guardia.
MIÉRCOLES 13: RORNESTINDEN – NORUEGA EN ESQUÍS DE MONTAÑA
Y de repente nos despierta a las doce y media de la madrugada diciendo que ¡hay auroras boreales! De un salto salimos de la cama y, con el pijama y plumas, salimos a disfrutar del espectáculo. Después de una hora en plena noche y a 0º decidimos volver a dormir.
Nos levantamos con un día espectacular. Desayuno temprano y, a pesar de las pocas horas de sueño, subimos hacia Lyngseidet.
A pocos kilómetros de allí, aparcamos el coche en un rincón de la carretera y subimos por el bosque hacia el objetivo del día: Rornestinden, de 1.034 metros de altura.
Cumbre sencilla pero con unas vistas espectaculares sobre las dos vertientes del fiordo. Lo habíamos hecho con Montse en el verano del 2014 cuando estuvimos dos semanas entre Tromso y Lyngseidet. ¡Cómo cambia!
El día era azul y brillaba el sol. Nos quedamos embobados con el espectáculo que se abría a cada metro que íbamos ganando. Arriba en la cumbre disfrutamos de una panorámica de 360º que no nos la acabamos con nuestra vista.
Realizamos una pala que disfrutamos a tope hasta que nuestras piernas no podían más. Paramos para mirar hacia atrás. La bajada no nos dejó indiferentes ya que se divisaba el mar a nuestros pies. ¡Impresionante!
Al llegar al refugio de Rorneshytta, alucinamos de cómo era, de sus colores, de cómo está conservado y de todos sus detalles. Y eso que se trata de un refugio libre.
Dispone de unos sofás que desde los ventanales ofrecen unas vistas del fiordo que te dan ganas, con un día como el que enganchamos, de quedarte allí.
A pesar de estar tan bien, después de una hora buena, subimos por el valle de Gjerdedalen hasta que la pendiente y la temperatura nos hicieron retroceder y encarar la bajada, primero por un gran valle y después por el bosque, hasta llegar al coche.
Al final 5:30h para 20 kilómetros y 1.550 metros de desnivel.
JUEVES 14: STORGALTEN – NORUEGA EN ESQUÍS DE MONTAÑA
Queríamos coger el ferry para ir a hacer la travesía de la isla de Uloya pero al ser Jueves Santo los horarios, que por internet no llegamos a descifrar, no nos cuadraban y nos hubiésemos quedado tirados. Además, el tiempo noruego tampoco acompañaba.
Por lo tanto, cambiamos nuestro plan y nos fuimos hacia Storvoll, en el extremo más al norte donde llega la carretera, a realizar uno de los clásicos de la zona: el Storgalten, de 1.210 metros.
Es la única cima donde nos encontramos a gente, ya que el resto de días estuvimos solos. Grupos de seis, siete personas, parejas… que iban abriendo trazas que parecían autopistas, eso sí, derechas que como kilómetros verticales.
La cumbre era una gran pala de menos de 30º e iba subiendo desde el mar. Llegamos al cuello y, una vez allí, el día cambia; empieza a soplar, a nevar y baja la niebla en cuanto bajamos la pala y la volvemos a subir para hacer un poco más.
Decidimos comer en el restaurante Bubba Bistro para recuperar fuerzas y calor.
Acabamos con 3:15h para 11 kilómetros y 1.250 metros de desnivel.
VIERNES 15: FASTDALSTINDEN – NORUEGA EN ESQUÍS DE MONTAÑA
Gracias al buen tiempo, la elección fue fácil y decidimos realizar otro clásico de la zona: el Fastdalstinden, cima de 1.275 metros justo en frente del Rornestinden.
Cumbre concurrida y con el típico tramo de 300 metros primeros de bosque. Nos encontramos con un gran lago a los pies de la cima, que bordeamos y encaramos por la vertiente sureste. Subimos siguiendo las trazas directas de los locales, que iban despacio pero sin pausas.
Día claro pero con viento y frío, quizás el que nos dio más sensación de frío de los cinco días que llevábamos. No debemos olvidar que estábamos en el círculo polar ártico, por encima del paralelo 69.
Fue la mejor jornada en cuanto a nieve se refiere; esa nieve que se deja hacer y que no hace ruido cuando bajas. Un disfrute en todos los aspectos. Además, como las pendientes eran lisas y regulares, podíamos levantar la cabeza y divisar el paisaje y el mar.
Al llegar abajo, comimos y aprovechamos el día poniéndonos las pieles y remontamos el glaciar de Rottenvikbreen subiendo hasta debajo de la cima del Store Kjostinden, a unos 1.200 metros.
Aquí se precisa de material de escalada que nosotros no llevábamos, así que nos quitamos las pieles y disfrutamos de un buen descenso hasta el lago.
Al final fueron 6:20h de belleza infinita, 22 kilómetros de disfrute y 2.100 metros de desnivel para enmarcar.
SÁBADO 16: STORHAUGEN – NORUEGA EN ESQUÍS DE MONTAÑA
Para terminar nuestro periplo por tierras noruegas, realizamos la travesía que el jueves no pudimos enlazar, en la isla de Uloya.
Todo fue rodado. Cogimos el primer ferry de Lyngseidet hasta Olderdalen. Trayecto hasta Rotsund, donde encontramos el parking del segundo ferry, aparcamos, nos cambiamos, cogimos todos los trastos y embarcamos, esta vez a pie y con los esquís.
Nos apalancamos porque el trayecto duraba entre 30 y 40 minutos y la sorpresa nos vino a los 5 minutos cuando el capitán del ferry se plantó delante nuestro e, irónico y enojado, nos dijo si pensábamos coger los esquís porque las montañas no se suben estando sentados en las sillas.
Total que ese ferry se quedó en Hamnnes, final de nuestra travesía. Resulta que no iba a ninguna parte más que a su punto de origen y no regresaba hasta las cinco y media de la tarde.
Nos quedamos mirándole como quien no entiende nada y volvimos a Rotsund porque hacía un día de perros para quedarse en esa isla.
Así que rehicimos nuestro plan y emprendimos nuestro camino a la cima del Storhaugen, una espalda de asno gigante de 1.142 metros de altura.
El itinerario fue similar al resto de cimas que ya habíamos hecho: bosque, plantas bajas y mucha nieve, en este caso una nieve húmeda y pesada.
Subida bastante monótona, sin vistas y con niebla. Suerte del track que nos condujo hasta dicha cumbre.
Nos sacamos una fotografía y descenso todos juntos siguiendo al delantero que iba navegando con el reloj hasta la cota 800, momento en que desapareció la niebla.
De bajada paramos en una cabaña que a simple vista parecía abandonada, pero en realidad no lo estaba. Tenía una buena estructura y unos buenos acabados. Además, contaba con leña por si queríamos encender la chimenea.
Desde allí las vistas eran impresionantes y nos quedamos un buen rato embobados.
De aquí deshicimos el camino hasta el coche, nos embarcamos en el ferry y hacia casa para hacer las maletas para regresar a Barcelona con un gran sabor de boca y con ganas de mucho más.
Artículo de Enric Martin