Ángel Zorraquino www.sportvicious.com

 

Mi nombre es Ángel Zorraquino, tengo 42 años y soy director creativo en H!PE, agencia que fundé junto con mi mujer en 2018.

Mi historia con la fotografía empieza hace algo más de 20 años. Desde muy pequeño empecé a patinar y fotografiar o grabar los trucos que hacíamos; era algo que nos encantaba. Queríamos imitar los VHS o las revistas que nos llegaban desde América.

En esa época, no había Internet como lo conocemos ahora, así que conseguir material visual sobre el patinaje era todo un logro. Si algún amigo viajaba fuera de España, siempre venía cargado con material para ver trucos nuevos.

Nos juntábamos a ver esos vídeos en VHS una y otra vez, intentando replicar lo que veíamos en las cintas y revistas. Eso es lo que me motivó a querer inmortalizar los trucos que mis amigos hacían sobre patines.

Eran momentos únicos que quería conservar, no solo para nosotros, sino para compartir esa pasión con otros que también sentían una conexión especial con este deporte.

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Mi nombre es Ángel Zorraquino, tengo 42 años y soy director creativo en H!PE, agencia que fundé junto con mi mujer en 2018.

H!PE es más que una agencia para nosotros. Es un proyecto familiar que nace de la necesidad de expresar nuestra creatividad, pero también de la voluntad de darle un valor tangible a esas historias que el deporte y las personas nos permiten contar.

Hacerlo junto a mi mujer ha sido un proceso increíble, porque no solo compartimos una visión común, sino que aprendemos uno del otro en cada paso del camino.

Los patines han sido desde mediados de los noventa mi forma de entender la vida. Un mundo al que le debo mi personalidad, valores y amistades. A través del patinaje, aprendí la importancia del esfuerzo y la perseverancia.

Me han enseñado que, si quiero que algo salga bien, tengo que levantarme del suelo todas las veces que haga falta y que, cuando algo se me mete en la cabeza, va a terminar pasando, cueste lo que cueste.

Patinar no solo es un deporte, es una filosofía de vida. Hay días en los que nada sale bien, en los que caes más veces de las que logras mantenerte en pie, pero al final, la satisfacción de conseguir un truco que has practicado durante semanas es indescriptible.

Es lo mismo con la vida y el trabajo. Los fracasos son parte del proceso y, aunque duelan en el momento, son las caídas las que te enseñan lo que realmente importa.

Tuve la suerte de compartir mi juventud con amigos que estudiaron fotografía y producción audiovisual. Ellos han sido mis maestros y mis referencias desde el primer día.

Recuerdo que en nuestras primeras grabaciones lo hacíamos todo por gusto, sin presiones; solo queríamos inmortalizar el momento, tener los trucos grabados o fotografiados con la ilusión de que algún día podríamos producir nuestros propios vídeos o publicaciones en alguna revista.

Nos fascinaba la idea de crear algo que pudiera inspirar a otros, como aquellos VHS que tanto nos impactaban.

Pero, como todo en la vida, aprender a utilizar la cámara en la calle tuvo ventajas y desventajas por igual. No me considero un fotógrafo técnico; siempre me he dejado llevar por mi instinto y por la energía del momento.

Creo que parte de lo que hace especial mi trabajo es esa capacidad para reaccionar rápidamente, para capturar el instante preciso sin detenerme demasiado en las reglas.

Esto no quita que, con el tiempo, he tenido que estudiar para entender el porqué de técnicas que hacía por inercia o curiosidad.

Esta parte hizo que la fotografía y el vídeo me parecieran fascinantes. Siempre me ha intrigado cómo algo que en principio parece tan sencillo —como apretar el botón de la cámara— puede esconder tanta complejidad detrás.

La desventaja era el riesgo. Lo que hacíamos en ocasiones no era del todo legal y tocaba aplicar el lema de “pedir perdón antes que permiso”.

Además, la presión de saber que el rider que tienes delante se puede hacer mucho daño hizo que me acostumbrase a ser efectivo, a planificar bien lo que íbamos a hacer para no fallar cuando llegase el momento clave.

Esa forma de entender el trabajo, hoy en día, me ha ayudado mucho a tener claro que preproducir un trabajo y estar preparado es vital para obtener el resultado que estás esperando. Cada disparo cuenta, cada minuto de grabación puede ser decisivo.

Mi primera oportunidad de un trabajo remunerado llegó con una marca americana de patines. Recuerdo la emoción que sentí al recibir el encargo.

Era como si mi hobby, aquello que me había acompañado durante tantos años, por fin pudiera ser una carrera.

Fue una mezcla de adrenalina y responsabilidad. Sabía que esa era mi oportunidad para demostrar que podía hacer algo más con una cámara. A partir de ese momento, mi hobbypasó a ser un posible trabajo de futuro.

Además de patinar, siempre he tenido una vinculación especial con la montaña. El snowboard me llamaba mucho la atención y pasaba los inviernos entre viajes a los Pirineos y la estación turolense de Valdelinares, que terminó siendo una segunda residencia para mí. Allí es donde llegó mi primer gran proyecto.

Pasaba los días metido en el snowpark, entrenaba para competir y, en mis ratos libres, grababa y fotografiaba a los locales para hacer exactamente lo mismo que hacían con los patines.

En poco tiempo empecé a trabajar para la estación, pero esta vez el deporte era un contenido más. Ahora ya no iba a grabar solo trucos; la parte corporativa de la estación era un mundo nuevo para mí.

Tenía que aprender a contar una historia diferente, a enfocar mi lente hacia aspectos del negocio que nunca antes había considerado. Pero como en mis inicios, tirando de ilusión y ganas de aprender, comenzó una vinculación que dura hasta el día de hoy. Otra vez, el deporte que practicaba me abrió una puerta para seguir trabajando con la cámara.

Lo cierto es que vivir de la cámara no ha sido un camino fácil. En 2014 decidí dejarlo todo para focalizarme al 100% en la cámara y, como si estuviese patinando, unas veces salió bien y otras no.

Tuve que trabajar limpiando piscinas para cubrir gastos y, por las tardes, editar. Era un trabajo duro, pero necesario. Sabía que no podía rendirme.

En esos momentos difíciles, recordaba esas veces en las que caía una y otra vez intentando hacer un truco.

Tenía que aplicar esa misma persistencia a mi carrera. Con el tiempo, volví a trabajar en una tienda de patines hasta que en 2018, con el nacimiento de mi hija, tomé la decisión de que ya había llegado el momento de invertir mi tiempo en hacer lo que realmente quería: apostarlo todo en lo que hoy es H!PE.

El nacimiento de mi hija fue un punto de inflexión en mi vida. Me hizo darme cuenta de lo importante que es perseguir tus sueños y dar ejemplo de ello.

Quería que ella creciera viendo a su padre hacer lo que amaba, a pesar de las dificultades.

Un proyecto personal que, junto con mi mujer, nos permite luchar por unos sueños que poco a poco se van haciendo realidad, siendo fieles a nuestros valores y disfrutando del trabajo en equipo.

Para mí, H!PE no es solo una agencia, es una extensión de nuestra vida juntos, de todo lo que hemos aprendido y de lo que queremos transmitir. Cada proyecto que aceptamos es una oportunidad para contar una historia, para capturar una esencia, y eso es lo que realmente nos motiva a seguir adelante.

Para Ángel Zorraquino, la fotografía deportiva y el vídeo deportivo van más allá de capturar, componer o exponer bien una imagen.

Es disparar en el momento adecuado, mostrar al espectador la forma perfecta de la acción que se está realizando, mostrar de manera correcta el deporte con el que estás trabajando, conectar con la cultura que hay a través de él y transmitir la dificultad de cada momento.

Estos valores me han llevado a tener la oportunidad de crecer, profesional y personalmente. Desde mis inicios con mis amigos, por puro vicio de capturar, hasta dirigir equipos de media en grandes eventos o rodajes para marcas.

Una de las experiencias más gratificantes que he tenido fue dirigir la cobertura de un campeonato internacional de deportes extremos. Ver cómo mi equipo y yo logramos contar la historia detrás de cada atleta, de cada salto, de cada caída, me recordó por qué amo tanto esta profesión.

Ya sea en foto o en vídeo, poder imaginarlo, escribirlo y hacerlo realidad es la parte que más me gusta de mi trabajo. Disfruto mucho de mi trabajo (aunque a veces me obsesiona).

Tenemos la suerte de formar parte de una profesión que nos permite contar historias. Esto es algo que siempre me ha llamado mucho la atención. Me da igual si estoy en una montaña nevada, en el desierto, en un skatepark perdido en la nada o rodando un documental con una deportista olímpica.

Cada deportista tiene una historia detrás que contar y tener el privilegio de poder hacerlo hace que mi cabeza se ponga a 2.000 por hora.

Todo tiene un proceso, como aprender a patinar, esquiar o ir en bici. Solo tienes que confiar en el proceso y en ti, sobre todo en ti.

Ángel Zorraquino