EL HÁBITO
Según decía Aristóteles, “somos lo que hacemos repetidamente; la excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito”.
En cierta medida no es necesario recurrir a uno de los grandes filósofos del mundo occidental para darnos cuenta de lo mucho que nos determina aquello que hacemos.
De manera intuitiva, somos capaces de reconocer qué funciona y qué no funciona en nuestras vidas; solo necesitamos parar del intenso ruido en el que está inmerso nuestro día a día para saber distinguir qué debemos modificar, adoptar o eliminar.
Es aquí donde el hábito es relevante porque podemos diferenciar entre “buenos” y “malos”, entre lo que “nos suma” y lo que “nos resta”, y en definitiva, entre lo que “nos proporciona serenidad” y lo que “nos saca de nuestro centro”.
Ese es el primer paso que debemos realizar: extraer de todo aquello que hacemos, de todo aquello que nos configura, de todo aquello que nos representa, los quehaceres, las normas y los hábitos ya instaurados.
Date un momento para pensar en ello, incluso para iniciar una pequeña lista con algunos de los que tú consideras malos.
¿Te levantas por la mañana y automáticamente consultas el Instagram o fumas el primer cigarrillo?
¿Pasas horas pensando, rumiando, sobre lo que está mal en tu vida?
¿Te acuestas más tarde de lo normal estirando un nuevo capítulo de tu serie?
¿Eres incapaz de dedicarte tiempo para ti?
Ahora anota en una segunda lista: ¿qué echas en falta en tu día a día?, ¿qué cosas incorporarías?, ¿qué llevas tiempo soñando hacer y nunca encuentras el momento?
Este ejercicio configura una serie de objetivos, de metas a alcanzar, tanto de lo que queremos eliminar como de lo que desearíamos instaurar, y es extremadamente personal.
No existe una receta genérica que nos funcione a tod@s por igual.
En mi caso, la primera vez que me puse delante de una hoja en blanco y fui sincero sobre lo que ya no quería en mi vida y todo aquello que hacía tiempo anhelaba instaurar, caí en la cuenta de que hacía tiempo que mentalmente ya la tenía hecha.
¿Os suenan de algo los buenos deseos de septiembre y año nuevo?
En ese sentido, y respecto a los hábitos nocivos, tengo una mala noticia a la que si le damos la vuelta, va a darnos una ventaja: el cerebro es muy bueno aprendiendo, pero un desastre desaprendiendo.
Es decir, que instaurar un mal hábito es más fácil que dejarlo.
¿Puede este funcionamiento de nuestra mente convertirse en algo positivo?
Por suerte, sí. Se trata de sustituir un hábito por otro, pero de forma gradual y siempre siendo conscientes de que no estamos delante de un proceso linealmente ascendente.
Habrá momentos para todo: pasos atrás, decepciones, ganas de dejarlo estar.
Pero al final nuestro cerebro asimila aquello a lo que ponemos atención y dedicación durante el tiempo adecuado.
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Así que vamos, primero, con los puntos generales para la gestión de hábitos
Identifica el hábito: Define claramente qué hábito quieres adoptar. Sé específico y conciso.
Por ejemplo, en lugar de decir «quiero hacer ejercicio», podrías decir «quiero correr 30 minutos, tres veces por semana» o “voy a ir a dos clases de spinning y una de movilidad”.
De la misma manera para los hábitos que deseas dejar, por ejemplo, “quiero dejar de tomar cerveza durante la semana” o “deseo dejar de tomar platos precocinados”.
Establece metas alcanzables: Divide tu objetivo en metas más pequeñas y alcanzables. Esto te ayudará a mantenerte motivado al ver tu progreso gradualmente.
Es importante que estas “micrometas” estén completamente definidas y que sean totalmente factibles dentro de tu agenda y posibilidades.
Crea un plan: Diseña un plan detallado sobre cómo implementarás o eliminarás el hábito en tu vida diaria. Decide cuándo, dónde y cómo llevarás a cabo la acción.
Cuanto más específico sea tu plan, más fácil será seguirlo. Se trata de que las “micrometas” tengan continuidad, de establecer la constancia.
Empieza con pequeños pasos: No intentes cambiar tu vida de la noche a la mañana.
Comienza con pequeñas acciones que puedas realizar fácilmente y luego ve aumentando la dificultad gradualmente.
Partimos de las “micrometas” para ir subiendo el nivel. Se trataría de hacerlas evolucionar, pero siempre teniendo en cuenta que deben ser 100% realizables.
Crea recordatorios: Utiliza recordatorios visuales o auditivos para ayudarte a recordar tu nuevo hábito o las acciones para dejar el antiguo.
Puedes establecer alarmas en tu teléfono, colocar notas adhesivas en lugares estratégicos o asociar la acción con una actividad que ya realices regularmente.
Cualquier pequeño truco será de utilidad.
Sé consistente: La consistencia es clave. Cuanto más regular seas, más rápido se convertirá en una parte natural de tu rutina.
No se busca la excelencia, no tienes que cumplir el plan al 100%, pero mejor un 95% que un 80%
Encuentra motivación: Identifica las razones por las que quieres adoptar este nuevo hábito y mantenlas en mente.
Visualiza los beneficios que obtendrás al mantener el hábito a largo plazo.
Sé paciente y compasivo contigo mismo: Cambiar un hábito lleva tiempo y esfuerzo. Es normal experimentar contratiempos en el camino.
En lugar de castigarte por los errores, reconoce que son parte del proceso y vuelve a comprometerte con tu objetivo.
Recuerda celebrar tus logros: Reconoce y celebra tus pequeños logros a lo largo del camino. Esto te ayudará a mantener la motivación y a sentirte positivo sobre tu progreso.
Evalúa y ajusta según sea necesario: Regularmente, revisa tu progreso y ajusta tu plan si es necesario.
Si algo no está funcionando, no tengas miedo de hacer cambios para encontrar lo que funciona mejor para ti.
Una vez revisadas las partes claves para tratar con hábitos, nada mejor que daros una serie de consejos.
Por ejemplo, una cantidad considerable de evidencias científicas demuestran que, si deseamos introducir un cambio en nuestra vida y tener éxito en el intento, debemos contactar con grupos de personas que hagan lo mismo.
Es evidente que, si queremos instaurar el hábito de correr, por mucho que sigamos los pasos que hemos establecido anteriormente, nos va a resultar más llevadero si en los inicios nos sentimos acompañados, ya sea por amistades o por grupos ya establecidos.
Lo importante es el compromiso que adquirimos con los demás.
Se trata de un aliciente que se sumará al nuestro y que hará que nos sea más complicado preferir quedarnos en casa en vez de salir a rodar esos minutos.
Si partimos de las ciencias sociales, y en cuestión de vencer hábitos destructivos, una gran herramienta que tenemos a nuestro alcance es lo que se llama “compromiso previo”.
Tu YO, el que existe en el presente, en el ahora, quiere alcanzar tus metas más profundas y quiere ser una persona mejor.
Pero, no nos engañemos, sabes que eres falible y es probable que caigas en la tentación. Una manera es comprometer a la versión futura de ti mismo.
Por ejemplo, no tienes cervezas en la nevera para no caer en la tentación de consumir durante la semana.
Se trata de reducir tus opciones de romper con el compromiso.
Quizás, otro de los tips más importantes que podemos utilizar es el del poder de los mini hábitos: simplificar el primer paso.
En mi caso, uno de los mejores hábitos que he podido instaurar en los últimos tiempos es la ducha de agua fría por la mañana.
Sea cual sea la época del año o el lugar donde me encuentre.
Pero para alcanzar sus beneficios he tenido que seguir un proceso gradual que comenzó con exponer al frío partes de mi cuerpo y en periodos muy cortos, e ir incrementando tanto la zona expuesta como el tiempo.
Ahora, lo tengo tan integrado en mi vida que no concibo comenzar un día sin esa ducha.
Debemos tener en cuenta que nuestro estado actual es el resultado de nuestros hábitos desde el pasado hasta el momento presente.
Así, nuestro estado futuro depende de lo que empecemos a construir hoy, es decir, de nuestros hábitos actuales.
Si tomamos el control de nuestros hábitos en vez de dejar que ellos nos controlen y los convertimos en hábitos saludables, nuestra vida mejorará en todos los sentidos.
El progreso viene de repetir buenas acciones con frecuencia.
Los objetivos marcan el camino, sin duda, pero son los hábitos los que nos hacen recorrerlo.
Es fácil verlo con un símil deportivo:
Si nuestra meta es hacer una maratón, solamente el hábito de entrenar de una forma adecuada y constante nos llevará a ello o, por lo menos, a la posibilidad de alcanzarlo.
Mientras, habremos disfrutado, por el camino, de los beneficios que nos ha proporcionado esa actividad.
El objetivo de crear un hábito es automatizar en tu día a día una serie de acciones que generan pequeñas ganancias o avances que, sumados de forma sostenida en el tiempo, ejercen una transformación en nosotros mismos.
Los hábitos tienen el poder de definir quiénes somos.