El primer Ultra de la temporada, anuncian pocos días antes que van a bajar mucho las temperaturas, tanto que en el día anterior de la salida estaba nevando en Prades y hacía un frío que pelaba! Soy del Garraf (clima semi-desértico y con mucha humedad prácticamente todo el año) y esto de pasar frío aún no lo he entendido.

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Recogimos el dorsal el día antes, cenamos bien y a la cama. El hotel estaba justo delante del control de material y salida. Hacía mucho frío, dijeron que unos -3 o -4 ºC, aunque en el bar esperando no se notaban tanto 😉

Control de material, muy importante por las temperaturas que nos encontraríamos, y en pocos minutos el briefing y la salida. La primera parte empezó con pequeñas subidas tipo tobogán donde por cada metro que ascendíamos teníamos que irnos subiendo una posición la cremallera, empezaba justo a nevar de forma muy sutil y el frío daba mucho respeto. Mi cuerpo no se adapta nada bien al frío, sobre todo en las manos y tenía muy claro que si no había perspectiva de que bajaran las temperaturas abandonaría. Por suerte una vez volvías a bajar subían las temperaturas. Fue muy curioso ir notando esto durante toda la carrera, a partir de una altitud los metros ascendentes hacían descender muy rápido la temperatura.

Una vez pasado el control de Albarca (el primero) era un tramo que coincidía con el UTSM, pero en sentido contrario, hasta Cornudella de Montsant. Tanto me sonaba que nos perdimos. Esas preguntas tan desagradables de «ui, hace mucho que no vemos marcas», «¿vamos bien?», «¿ves alguna marca por delante?», en ése momento pudimos ver gente en la parte inferior de la montaña, así que no dudamos en deshacer el recorrido. Me pasó un par de veces, aunque también en varios tramos hace tiempo que no ves cintas y te viene a la cabeza: «buff, yo si voy mal no vuelvo atrás», «éste camino parece bueno»… nada grave al final.

Llegamos al fin a Cornudella de Montsant, ¡bien, bocatas!, ¡por Dios que bueno estaba el aceite de Prades de los bocatas y las avellanas! Éstas no llegan a las tiendas donde compro, que afortunados pensé. Bueno, basta de charlas, ¡que acabamos de empezar!

A partir de aquí ya tengo muchas lagunas. Recuerdo que pasado una ermita donde travesamos un parking encontramos una bajada infernal que destrozaba cuádriceps y tobillos de dos en dos… Hasta Vilaplana (mitad psicológica de la carrera) recuerdo la primera parte como muy pistera al principio, mucha roca y senderos técnicos por la mitad y pista fácil sube-baja hasta Vilaplana.

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Poco antes de llegar a Vilaplana ya oías voces de, «buff, llega mi fin, tengo el X destrozado», «estoy petado, al llegar al control abandono», más vale prevenir que curar. Yo me sentía bien, aunque nada más empezar noté como me llegó toda la sobrecarga de las semanas previas de golpe… por Dios ¡que dolor de gemelos!

Como pude llegué a Vilaplana, trotando como un cadáver en los llanos, sufriendo subiendo y dejándome ir en las bajadas, ¡por fin la comida! Pasta, bocatas, frutos secos, pastel energético, etc. Aquí pudimos recoger la bolsa con nuestras pertinencias. Comí como si llevara una semana sin comer. El último tramo hizo un poco de calor, mucha según varia gente, insuficiente para mí. Pedí al chico de Podopié que le echaran un ojo a mis pies forrados de cinta para evitar rozaduras, los dedos pequeños querían rozarse igualmente. También pasé por el fisio a ver si podía consolar a mis gemelos. Gracias a ellos me sentí como nuevo al seguir.

Una vez terminado de comer y pasar por los dioses de los pies y músculos tocaba dar ánimos a los que iban llegando y seguir con la aventura. Me preparo un polar y el para-viento por si empieza a bajar la temperatura. Hice bien, nada más empezar de nuevo, un mega-subidón del 15. Gracias al fisio pude recuperar seguridad en las subidas, ya no hacía caretos raros del dolor, me sentía nuevo.

Poco a poco íbamos subiendo sin parar. A más altura más frío y empieza a  nevar en un paraíso natural indescriptible. ¡Qué bonito! Éste momento entre otros me hizo pensar que ya valió la pena haber venido. Ya la cabeza se olvidó de si hacía un tiempo u otro, tocaba disfrutar del momento que nos regaló la naturaleza.

Al llegar arriba había dos personas haciendo fotos y animando, en ése momento sólo te puede salir una sonrisa enorme y palabras de agradecimiento. Gracias a toda la gente que nos animó en toda la carrera, gracias a ellos el sufrimiento se olvida temporalmente.

Una vez pasada la nieve y la subida, empezaba la bajada y de la buena. Muy técnica, todo mojado y muchas piedras. Peligro de lesión extrema. Este terreno se me da muy bien y me sentía como un jabalí jugando por el camino, una gozada.

Recuerdo que entramos en una zona con unos senderos extremadamente preciosos, aunque te planteabas muy seriamente si antes que tú habían pasado un centenar de personas (los de la Half ya les quedaba poco para terminar), eso era la jungla. Mi cara era de extrema felicidad. Varios kilómetros después de sube-baja en la jungla llegamos a un terreno más pistero hacia Albiol, si no recuerdo mal aquí volvió a cambiar el paisaje y terreno, empezaba la cruz hacia Mont-ral. Aquí las piernas ya no saben cómo ponerse, me dicen que estarían mejor en el sofá, pero intento hacerles caso omiso.

La subida hasta Mont-ral se me hizo extremadamente eterna, tímidamente trotando en pequeñas bajaditas y bastantes tramos de manos a las rodillas para subir, toda ayuda extra es bienvenida. Poco a poco y paso firme. Quería llegar de día para poder prepararme bien la ropa y reservas de combustible para la noche que la demora de la hora de llegada se hizo más larga de lo previsto. Por fin llegué a Mont-ral, una estufa y el logotipo de caldo Aneto hizo que me emocionara, estaba semi-congelado. Pude comer bien, secarme y prepararme para la noche. Camiseta técnica, una térmica de manga larga, un polar y un para-viento impermeable, por suerte no pase frío. Aquí di los últimos ánimos a un compañero que tuvo que abandonar. Yo hubiera hecho lo mismo, no tenía sentido sufrir de ese modo.

Una vez recuperado el combustible y la temperatura tocaba volver al lío. ¡Qué bien, todavía era de día! A partir de aquí ya tengo muchas lagunas, recuerdo un tramo súper técnico con tramos muy empinados y con cuerdas, terrenos súper técnicos que hacían pupa, subidas que te hacían parar a coger aire. Poco a poco íbamos recortando kilómetros y los compañeros ya se hacían recurrentes, ahora te paso ahora me pasas. ¡Venga que ahora sí que ya está! Aprovechando las bajadas para ir un poco más rápido. Justo llegando a unos 4km de meta llegamos a el último punto elevado, donde todo lo restante sería bajada de verdad, no como otros tramos de «todo bajada» donde la mitad era de subida… sin acritud, allí se notaba ya que estábamos a punto de llegar. Al final llegando a Prades, se terminaba la aventura, un conjunto de sensaciones y experiencias únicas e irrepetibles. En resumen, una experiencia de vida excepcional.

Me gustaría dar las gracias a los voluntarios, organizadores, compañeros, amigos y familiares que me han acompañado en algún momento de la carrera, ya sea presencial o mentalmente. Por último dar las gracias a SportVicious por el sorteo que hicieron, ¡por fin me toca algo!

 

Marçal Juan Llaó

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